jueves, 31 de julio de 2014

“Soy un creador libre” GUILLERMO RIVAS NAVAS, UN TESTIGO DEL PASADO. Por: Edwin Sánchez D. En: El Nuevo Diario, 1 de junio de 1987.

—Mi arte ha gustado. Pinto lo que a mí me gusta, si no dejaría de ser un artista para ser un comerciante. —  Guillermo Rivas Navas, un solitario de la creación ha resuelto su vida con los pinceles que recuperan la memoria de un tiempo olvidado. Su talento no tiene preferencia por ninguna corriente y siempre confesará más allá del boceto, que el artista debe ser libre.

Si notamos seguridad en su expresión es que hay una obra especial en su arte.- Tengo muchos encargos que cumplir, pero nunca he querido protectores. No lo pretendo porque estar protegido por alguien solamente significa sumisión.


Le han solicitado un cuadro que no aparece por ningún lado en su estudio porque en realidad no lo ha hecho, pero aun así, cuando ya está de por medio un cliente, él mandará sobre el gusto de aquel y  sabrá imponerse porque es un devoto de la “plena libertad de expresión artística”. Una testigo, casi inocente, de lo que él sostiene es la “mujer del mercado” que ha ido naciendo de su pincel, no virgen, sino preñada por la dura realidad. Y nacerá así, tumultuosa, bella y realista sólo para satisfacer, quizás, el fuego interior del pintor.

Rivas Navas comenzó a vivir en 1929. Sus estudios se extendieron a las reconocidas escuelas de bellas artes de Río Janeiro, en la Academia de San Fernando de Madrid y en San Alejandro en La Habana. Ha expuesto en varias universidades norteamericanas y participó con éxito en varias Bienales hispanoamericanas en Madrid, Venecia, Francia, Brasil, Cuba, Texas, México y Nicaragua.
EL PASADO

Una de las tareas planteada por su genio consiste en la empecina labor de retratar los años abandonados para formar una especie de documental histórico, de acuerdo a la realidad que vivió. Marian Fiallos Gil reconoció que “las angustias, las inquietudes, los recuerdos del artista se mueven en plena armonía de un pasado gloriosos y romántico que nuestro pintor quizás vivió en tiempos de su niñez”.

Este primer asomo al pasado cercano, encierra al observador de las pinturas en ese mundo de nostalgia que sin duda dominó al artista a tal punto que le hizo despreciar el presente durante el proceso creativo.

La “Dama Bordando”, es una obra que retrata, más allá de la definición física de una moda, de una época, la propia cultura y los atisbos de un comportamiento social ajustado al juego perfecto de las reglas que las generaciones posteriores sólo comentaron con una sonrisa.

Desde hace mucho, su misión ha sido dejar una constancia histórica de lo que el ojo del artista percibió en su época. Para esa peculiar forma de derramar organizadamente la pintura sobre el lienzo del tiempo ha ocupado la figura femenina.

“Son los recuerdos de las mujeres que vi en mi infancia de cómo se vestían. Esto será un documento de los que fue”, manifiesta en tanto que muestra algunas de sus obras que han “enterrado” el polvo y el olvido. Vemos así la antigua mantilla que las damas utilizaban para cubrirse la cabeza a la hora de entrar a la iglesia.

RESURRECCIÓN

“Estoy resucitando lo olvidado”, expresa un hombre que siempre recordará los encajes, las cintas, las tiras bordadas, los metidos y el minardí, elementos que realzaron la belleza de la mujer nicaragüense en otros tiempos, como apuntaría el doctor Fiallos Gil.

“Mi pintura es una mezcla de impresionismo y latinoamericanismo, campeando en los que se llama la Escuela Libre de París”, confiesa. También el abstraccionismo y el surrealismo le han arrebatado su talento.

Hoy, a los 56 años, piensa realizar exposiciones en base a esas corrientes. Los primeros bocetos los guarda en un viejo folders. La idea, viva, pronto bajará a través de su cómplice compañero, el pincel.

Otros bocetos preparados para nuevas exposiciones contemplan motivos típicos, religiosos, fundidos en el abstraccionismo. Ha logrado comunicar en su propio lenguaje figurativo las señales de aleta de un mundo funesto. “El Cristo arrepentido escapa del madero porque la humanidad adoró la cruz y se reveló contra Él”.

El artista abandonó en su juventud los estudios sacerdotales, pero en su alma de creador, la presencia religiosa termina de revelarse, pero para convocar el reverso de su sentido original. En sus pensamientos aún yace el boceto que no entregó al papel. Es la idea de un Cristo cuyas vísceras han sido comidas por los zopilotes, aves negras que poco a poco se irán tornando en sacerdotes. Es la denuncia o el frío sentido de un talentoso herido en su sensibilidad.

MONJAS NEGRAS

Por un momento nos dejamos seducir por la bella pintura de las Monjas Negras, creado en Brasil. Rivas Navas otra vez se salió de la corriente, de lo común para comunicar la espiritualidad morena a despecho del sexo encantado que siempre han denuncia y alabado los blancos. Prescindió de las facciones del rostro y confió en los trazos de las místicas líneas para cumplir su propio contrato con la calidad artística.

Muchas veces ha roto con la cárcel física de la realidad pero sólo para escoger su propia celda, donde sólo caben el caballete, el óleo y la inspiración de los recuerdos.

En Brasil, cuando atravesó la calle de la mundanidad, se entregó paradójicamente a pintar motivos religiosos. Con todo, opina que no hay un desligamiento entre lo que él vive y  hace a la vez en su estudio. “Soy como un fotógrafo, voy por la calle y lo que veo lo retengo en la memoria, porque tal vez puede servirme para un cuadro”.

El proceso de creación no tiene un tiempo definido. Hay una enunciación y luego una pomposa renuncia al comodismo. Consumirá entonces muchos días para corregir un boceto. El cuadro de San Francisco de Asís es un ejemplo de su radical terquedad; tiene un cuadro de estudio, guarda una cartulinas con una visión amplia de lo que pretende hacer, pero Guillermo Rivas Navas siempre será una especie de eterno insatisfecho. “Pero cuando yo firmo un cuadro, todo está terminado”.


Es un costumbrista que ha renunciado a la provincia. Un tríptico sobre La Novia de Tola es un trabajo de sincera maestría y que quizás  como otras pinturas “muy especiales” siempre estarán en la lista innegociable de su colección particular.


El arte de Rivas Navas no ha sido fácil.  Él lo confiesa sin adoptar la estereotipada pose del sufrido creador. Hay que creerle: “He tenido mucha dificultad para que me obedezca la mano derecha”. 

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