A pesar de que la escultura ha tomado nuevos bríos en
cuanto a su promoción y a su realización estética en los últimos años, la
escultura, ese hermoso y plástico arte de agregar vida, “vitalidad” como lo
definiera en una ocasión Henry Moore, no logra conquistar mayores espacios,
según lo confiesa Orlando Sobalvarro, conocido escultor y pintor nicaragüense,
y Miguel Ángel Abarca, de igual trayectoria en el medio artístico nacional.
Abarca considera que a esta disciplina se le ha
marginado, ya que sostiene que quienes se han dedicado a ella, son vistos
–inclusive por el gremio— como simples “pica piedras”, albañiles o carpinteros.
Conversamos para la sección “En Horas Libres”, con
ambos escultores, quienes abordaron la realidad del escultor nicaragüense,
afianzados en sus propias concepciones y en sus propias y difíciles coyunturas
como creadores, en un país donde esta expresión artística no ha encontrado
mayores cuotas de mercado ni de apreciación.
LOS ESCULTORES SON UNOS MARGINADOS.
Miguel Ángel Abarca, de contextura robusta
y eminentemente autodidacta, abordó también para “De Dos en Fondo”, la
situación del escultor nicaragüense. Al
igual que Sobalvarro, comparte el criterio de que quienes se dedican a
esculpir, no tienen un merecido reconocimiento de la sociedad, y, lo que es
peor, ni del propio gremio de artistas.
Lo anterior, lo corroboró señalando el caso
de algunos certámenes y eventos nacionales, en los que siempre queda relegada
la escultura. Por ejemplo, citó el caso del premio nacional de pintura “Rodrigo
Peñalaba”, que siempre ha estado reservado, única y exclusivamente, a los
pintores, asimismo, mencionó el caso del Premio Nacional de Pintura que convoca
la Unión de Artistas Plásticos (UNAP), en el que se premió a los ganadores en
pintura, y a él, que obtuvo un premio en escultura, no se le pagó.
Para Abarca, este hecho sólo puede ser
considerado como marginación para los escultores, a la vez que dijo que es un
error que los pintores “se crean los únicos
artistas plásticos”, olvidando la escultura, la talla artística, el
dibujo, la cerámica artística, el diseño artístico e inclusive la fotografía,
que son también parte de ella.
Igualmente, para reconfirmar su posición
sobre la marginalidad del escultor dentro del desarrollo cultural nicaragüense,
citó el caso de la exposición que realizara en abril pasado, Harold Sandino y
Luis Morales, del museo de la Piedra Bocona de Granada, donde se convocó a los
mejores artistas plásticos, y en la que los escultores, fueron ubicados luego
de los pintores, fotógrafos y arquitectos.
“Ellos, como organizadores, no tomaron en
cuenta que he obtenido premios, y que he estado trabajando una obra de años,
invitando únicamente a dos escultores, a mí y a Erasmo Moya”, subrayó,
demostrando que con actitudes como éstas, venidas del propio gremio, la
escultura no podrá salir a flote en los próximos años.
Abarca, señaló también que para que esta
situación pueda cambiar, es necesario que instituciones como la Alcaldía de
Managua y otras a nivel nacional, convoquen a los escultores nacionales, para
que complementen las obras que se vayan construyendo, para que éstos realicen
trabajos escultóricos monumentales”; así también, dijo que ese llamado es
extensivo al propio Gobierno central.
En algunos países de Centro América, México
y Suramérica, como en Brasil, las construcciones arquitectónicas, son
acompañadas muchas veces con esculturas provenientes de las escuelas estéticas
contemporáneas, que les imprimen a esas ciudades, sellos monumentales de
modernidad y creatividad; en Nicaragua, esculturas que acompañen el escaso
urbanismo de la capital, brillan por su ausencia.
Abarca, también dijo que otra de las causas
que no le permiten expansión al arte nacional, y en especial a la escultura, es
la poca promoción de los medios de comunicación, quienes permanentemente se
dedican a la divulgación del deporte y la política. En ese sentido, reconoció y
felicitó la presencia de esta página, “pues está promoviendo en gran medida la
divulgación y el debate de los artistas”.
Por otra parte, lamentó además el hecho de
que el “quehacer espiritual del arte”, está fuera de la agenda de los
políticos, “y el artista, sólo existe en un mundo mutante y sin estímulos”,
reconociendo que, únicamente a través del INC, algunas de sus esculturas se han
exhibido en países como Bélgica, y, prontamente, en Washington, de donde
recibió una invitación recientemente a través de la Embajada de Estados Unidos
en Managua.
Originario de Masaya, Abarca emigró en su
niñez a San Rafael del Sur, volviendo luego a Masaya, donde aprendió el arte a
tallar, haciendo ataúdes y zepelines, “los cuales ya no se ven ahora”, indicó,
en la actualidad ha fijado su residencia en el reparto Bolonia de Managua,
donde se comprueban, entre maderas en bruto, piedrones, osamentas e
instrumentos manuales de trabajo, los dones del carpintero, el albañil y sobre
todo, del artista puro, compartiendo en soledad, los desechos de la naturaleza
para volverlos a la vida.
“Ya de nuevo en Masaya, me hice tallador
tradicional, es decir, como se le dice al que ha venido heredando esta escuela
desde los tiempos de los conquistadores, de la herencia barroca, sobre todo en
talla de cajas de muerto y cepellines”, dijo.
Igualmente expresó que en ese entonces,
sintió la necesidad de cambiar ese modelo de trabajo, por lo que señaló con
orgullo, que su aporte fue de pasar de una talla decorativa a una artística,
“así fue que dejé los tradicionales angelitos y colochos, para tallar en base a
nuevos diseños, temáticas nacionales, como grabados del paisaje, elementos de desechos,
de costillares, de tópicos terrestres los que a la vez, tracé con detalle
abstracto”.
Para Abarca, es fue, en perspectiva el
inicio de su obra escultórica, la cual va puliendo con los años, a la vez que
ratifica que su escultura, la “sacó” de la carpintería, a la cual está abocado
a tiempo completo en la actualidad, aunque además de tallas su escultura en
madera, también lo hace con piedras y concreto.
“Sin saber qué era la escultura, me hice
escultor, y así como luché por ser un buen tallador, ahora me esfuerzo, a
través de estos años silenciosos, por hacer un buen trabajo como escultor”,
evocó a la vez que dijo que fue en 1983, cuando por primera vez asistió a una
convocatoria que hizo la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura
(ASTC) en la que “fui aceptado como escultor”.
Mencionó como otro de los pocos estímulos
que ha tenido, el hecho de que la Dirección de Correos, en la figura del poeta
Anastasio Lovo, le imprimió una sus esculturas, la titulada “Éxodo”, en los
sellos postales, “que ha venido a ser una forma saludable para promover los
valores nacionales”, indicó.
De esa década, de los ochenta, Abarca
piensa que fue de mejor suerte para los escultores, en comparación con la
actual, por el apoyo que le dio el régimen sandinista y sobre todo la ASTC, a
la cultura, “había más estímulo con los sandinistas, y ahora no, y creo que eso
es negativo, porque sin que lo mantengan a uno, el creador necesita de una
inyección para poder crear y para poder
vivir”.
Por otra parte, sostuvo que uno de los
problemas que suceden con la creación de las esculturas, es que quienes se
dedican a ella, únicamente están haciendo obras “de caballete”, es decir, de
tamaño pequeño, “y no obras grandes que son las que vienen a proyectar al
escultor, por lo que manifestó, que el futuro de este arte, es “incierto” en el
país.
DIOS HIZO EL BARRO, EL HOMBRE LA ESCULTURA
Orlando Sobalvarro, quien vino a Managua en
1959 de la Mina El Jabalí, a trece kilómetros de La Libertad, Chontales, inició
sus estudios en la consagrada Escuela de Bellas Artes, donde realizó estudios
de perspectiva, anatomía e historia del arte, en los tiempos del maestro
Rodrigo Peñalba, época en la que también Fernando Saravia era profesor de
escultura y cerámica.
“Ahí comenzó mi carrera, y un tiempo
después comencé a participar en algunas exposiciones que hacía la escuela, pues
había libertad para hacer bocetos”, recordó Sobalvarro al inicio de la
conversación, quien además señaló que dichos bocetos eran abstracciones,
figuraciones y líneas, las cuales hacía fuera de los horarios de clase, pues agregó que la disciplina de la escuela
era el dibujo clásico.
Desde ese entonces hasta la fecha,
Sobalvarro dice no sentirse aún un artista realizado, ya que el creador siempre
va teniendo “nuevas inquietudes, que van a través del tiempo motivando la labor
creativa”, señaló, a la vez que dijo que en su oficio como pintor y escultor, ha tenido etapas textuales, aunque
ahora se siente más atraído por la pintura de textura visual y no física.
“Actualmente creo que mi escultura es
poética, y estoy entusiasmado con este trabajo”, manifestó, a la vez que dijo
que así como Dios creó al hombre del barro, dejó inserta en la psiquis humana
la idea de darle forma a ciertos objetos con el trabajo manual.
Sobalvarro subrayó que esa concepción,
puesta en el hombre al ser creado, él la ha vivido, como por ejemplo, cuando va
al campo y se encuentra un árbol quemado “y siento la necesidad de transformar
esa naturaleza deshecha en una obra de arte”, acotó.
Comentó que para él la inspiración se la
proporciona la naturaleza, la que recrea amparándose en la escuela
impresionista, así provenga de un elemento real, como las grandes formaciones
pétreas encontradas en el campo o lo elementos naturales expuestos en medio del paisaje de un río, una colina o
una ciudad.
Sobalvarro opina que la escultura al igual
que la pintura es textural, y mencionó que sus temas y formas predilectas son
el búho y los espejos. Actualmente, está innovando nuevas expresiones de talle,
al vincula la escultura propiamente dicha, con el espejo; es decir, el elemento
decorativo y de uso doméstico, inserto con la obra de arte.
“Pretendo usar el espejo como elemento
presente en toda casa, el cual además quiero implicarlo con la diversidad del
mismo reflejo, como deseando que la escultura tenga más proyección y ambos a la vez, complementándose”, sostuvo.
Pero a pesar de las complejidades
estéticas, Sobalvarro no niega para nada su deseo: el de que prevalezca en la
escultura la originalidad de la figura representada, máxime cuando ésta
proviene de la naturaleza o de un motivo indígena, los cuales a su criterio,
toman universalidad al ser recreados por magia natural del hombre.
Al respecto, citó al conocido escultor
británico Henry Moore, quien se inspiró en figuras reclinadas para realizar
gran parte de su obra, y quien dijo que la escultura, “deben poseer una forma
orgánica, un cierto pathos y calidez”.
Sobalvarro (hablando desde su estudio en
Tipitapa), advirtió que el arte, tanto en Nicaragua como en otras partes, lo
posee una élite: analizado y que ha tenido oportunidades para llegar a gustar
de él.
Sin embargo, manifestó que lo ideal sería
que todas las personas, desde su niñez, tuviesen conocimientos, “ya que
mientras uno más conoce, ya sea con vocación o no, más se interesa, hasta que
llega a ser parte integral de la vida de uno”.
Sobalvarro ha realizado sus esculturas con
varios materiales, desde el barro, hasta los metales y el cemento; últimamente
ha estado trabajando la escultura directa, “o sea que primero hago un dibujo,
un boceto, donde uso tela metálica con hierro y luego lo revisto de cemento”,
expresó.
Dijo sentir una sensación de “placer creativo”, cuando realiza la
mezcla del cemento con la arena, y mueve la cuchara de albañilería para formar
texturas y líneas que desea expresar.
Igualmente, dijo que la escultura que más
le gusta es la indígena, aunque no deja de sentirse atraído por las grandes
obras de carácter universal, de los maestros clásicos como Miguel Ángel,
Bonaroti, Henry Moore, Brancusi y otros.
Entre los escultores nicaragüenses, dijo
que le gustaba la obra de Saravia; Noel Flores “de un trabajo muy serio,
expresivo”; Ernesto Cardenal, “con un acabado perfecto”; Genaro Amador Lira, “interesante”.
Pero pese a todo lo anterior, Sobalvarro
expresa con desaliento que en Nicaragua “parece que a nadie le interesa la
escultura”, lo que ha limitado tremendamente el trabajo de quienes se han
dedicado a ella.
Resaltó que las instituciones que podrían
ayudarla, serían el Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), y algunas
instituciones privadas o coleccionistas. “Nosotros los escultores podríamos
llenar Managua y Nicaragua de esculturas, pero no hay instituciones, ni
oficiales ni privadas, que se interesen en promoverlas”, dijo Sobalvarro, quien
finalizó diciendo que esta ha sido una actitud del pasado y del presente.