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El cosmos complicándose y reboleando en las paredes,
saliéndose de los marcos, unificándose y difuminándose en forma a veces
angustiantes, veloces con esa velocidad de deseo por capturar el tiempo que se
escapa, no el “tiempo perdido”, sino la vivencia temporal y cotidiana,
arrebatándole o concentrando y acondicionando a Omar su vida. Dando esa
explosión y explotación del color llevado hasta sus últimas consecuencias y
posibilidades, desde la a veces evanescente fuga de perspectiva casi
surrealista, hasta los metálicos, fríos o calientes colores que se armonizan a
través de toda la obra expuesta y totalizando mejor lo que vi, (y quiero dar a
entender) cito a Ramiro Argüello que dijo: “La vieja astucia hegeliana de tesis
y antítesis es transformada por Omar con un gesto, en una ordalía, en una
apoteosis, en una epifanía de creación germinativa. Ese es el proceso que se va
gestando y produciéndose en Omar, cuya mayor demostración de madurez pictórica
la da en esa serie de cuadros que se llama “La casa de los Gavilanes” que en él
adquiere las formas o mejor dicho la integración de una novela plástica, toda
esa tragedia intuida o predicha (o dándole un sentido germinal), se da en “El
diezmo de la Linterna”, cuadro con la fuerza del acero, con textura elaborada
en base a una función espacial que provoca un impacto ensordecedor aún en el
espectador más frío, cuadro que realiza en 1965.
En toda la ora hay unidad, se presentan cuadros desde 1963
sin intenciones de presentar una retrospectiva, pero es interesante ver cómo
los cuadros frívolos de ese entonces, son sustituido por una nueva fuerza
volcánica y apocalíptica como en los cuadros de la serie “La casa de los Gavilanes”.
En todos ellos Omar con un impudor sin paralelos se nos entrega, se presta a
todos los manoseos de la crítica, por más rigurosa y benévola que esta sea.
El tiempo entra en conflicto constante con Omar, es el
tiempo, como decíamos, en movimiento, son gesto que se dan en devaneos
patéticos a veces, o soleadas paredes de casas con ritmos de una apenas
insinuada palmera, como en “Cosas” o como en “Cosas” donde la insinuación del
tiempo es genética, es un mundo desolado, es el albor de la humanidad, cuando
aún predomina la tiniebla. Esa tiniebla que trata de aclarar y esclarecer en
“Luz”, ya con formas estructurales y firmes y siempre imponiéndose el tiempo,
lo antiguo.
Y el vislumbre de una luz entre columnas que es de un sol que nada
más destella. La textura en Omar no es conflicto y está en función de la forma
y el espacio, sobre todo en “El Corazón es Reloj” donde buscando una tercera
dimensión hace experimentos de concentración de fuerzas y culmina todo en el
centro y nos da la visión de un remolino o de un volcán, algo que
necesariamente se explica fuera de las dos dimensiones que permite un lienzo.
Esto está ya experimentado en cuadros anteriores de Omar
como en “El diezmo de la Linterna”. El espacio está desgarrando constantemente
, las esferas salientes que son una constante manifiesta en Omar, escapándose,
buscando continuidad, ese no caber en los bordes de los cuadros o a veces
bloques de color que insinúan un mundo de posibilidades, algo que pudo ser. Es
la angustia producida por un deseo reprimido. El ansia insolente, insospechada
y bravía, de poseer el espacio. O es el conflicto telúrico, el miedo, el
horror, el terror, esos morados funerarios, cuaresmales, de años bisiestos, de
desgracias que acontecen a las cuales el pintor poeta sensible no puede dejar
de mirar, de percibir, porque ese es su medio, ese su amor humano a la patria,
que el ama y padece, de esa que él espera algo bello y no recibe sino
provocaciones para el pavor, ante esa situación Omar ha creado su novela
plástica “La casa de los Gavilanes”, con uno de los mensajes de mayor fuerza de
nuestra realidad política y social. Son los monstruos que se le revelan y
rebelan y a veces los domina, les da plenitud y los plasma.
Toda la serie “La casa de los Gavilanes” es uno de los
documentos plásticos más violentos delatando esta realidad social que vivimos,
que padecemos.
Con esta exposición de Omar D᾽León queda inaugurada la nueva Galería Museo 904 (el
número es alusión al número de la casa) propiedad del mismo Omar. Son en total
46 cuadros, de los cuales 26 dedicados a la “Casa de los Gavilanes”. Se
convertirá en museo de arte nicaragüense (por fina habrá un lugar donde
informarse de pintura o arte nicaragüense). Importante para nuestro arte
nacional. Es curioso que “brillarán” por su ausencia la gente del mundo
oficial.
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