Felizmente se hizo “Crítica Pictórica” de
una exposición de pinturas tratadas bajo un mismo tema “El Güegüence”. Digo
felizmente, porque la crítica de Jorge Eduardo Arellano está basada en
elementos de juicio bien conocidos por él, ya que entre los más documentados
güegüencistas destaca como buen historiador y bibliógrafo que es; pocos son los
que se le comparan.
La manera como encara cada cuadro da
muestras de una gran responsabilidad y fuerza de crítico sobre lo que está
describiendo, señalando, apuntando siempre en el contenido del mensaje. Afronta
su carácter ejemplarmente al recibir e interpretar con entereza lo que está
pintando en el cuadro y según la manera como esté tratado el tema, él lo
desmenuza –va a lo que va—sin preferencias ni contemplaciones, sin
favoritismos, mucho menos el perdón. No hay rebuscamiento ni enmarañamiento en
palabras técnicas, sofisticadas; pictóricamente, este tipo de crítica es la que
necesitamos, no para poner a cada quien en su lugar, sino para reestructurarnos
y realizarnos plenamente como artistas en la proyección de nuestras obras.
A veces son más importantes en su
efectividad estas sacudidas o tamizadas, para despertar del sueño alucinante de
fama y gloria, que deja como secuela los concursos de pintura, sobre todo en
los premiados.
Sigo pensando que Jorge Eduardo es uno
de los indicados para escribir la monografía de Pintura Nicaragüense; él y Pablo
Antonio Cuadra con su PRENSA LITERARIA están contribuyendo en forma directa al
enriquecimiento de nuestro acervo cultural.
Felicito pues al Poeta Jorge Eduardo
Arellano por su acertada “Crítica Pictórica” y sería excelente que mantuviera
siempre esa misma línea y si es posible esa columna en el periódico, porque,
repito, es muy importante que hay este termómetro balanceador, que así, en su
forma didáctica de expresión y con esa gran precisión catedrática que posee,
enseñe al pueblo, a los que gustan del arte pictórico y a nosotros también,
cómo saber interpretar una pintura.
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