Los cauces, los buses
y objetos abandonados en la calles son la materia prima para hacer obras
siniestras.
José Aparicio se sale de lo estrictamente
bello, para dirigirse a lo que antes nadie se ocupó: lo espectral.
El cuadro es terrible, pero sólo ha salido
de la imaginación de José Aparicio Artola. Vemos ese “Día Después” de la
hecatombe nuclear, pero son desechos de cualquier cosa, organizados según la
creatividad del escultor, hasta detallarnos esos momentos en que la cucaracha,
muy triunfal camina sobre los restos de la humanidad y la fauna.
José Aparicio es profesor de la Escuela
Nacional de Artes Plásticas, pero como todos los otros artistas, tampoco puede
vivir de su arte. Esa “enfermedad” de la escasez que lo vive todo el mundo,
también lo sufren los escultores con la diferencia que estos últimos aprovechan
desde bujías, clavos, tuercas, hasta cucarachas muertas para hacer lo que él
denomina “abstraccionismo figurativo”.
Pero en sus diferentes creaciones parece
dominar lo opuesto a la belleza, porque según afirmó, “aquí te salís de lo ello
para darle vida a lo que nadie antes se ocupó de tomarlo en cuenta”.
EXTRACCIÓN POPULAR
Su indumentaria no es muy diferente a la de
cualquier trabajador que se asoma al
Mercado Oriental. Tiene manchas de pintura aún en sus manos y carece de la
boina y bigotes puntiagudos con que a menudo se suele caricaturizar a los
escultores. Habla pero siempre “pegado a sus obras”, es decir mientras conversa
muestra sus esculturas que confunden al mejor profano.
LO QUE PUEDE DECIR
Lo que él no puede decirlo por otro medio,
lo dice –y muy bien— en las figuras que recuerdan a Giacometti, en esas
esculturas difusas, algunas mortecinas que muestran el reverso de la vida
siempre latente.
Si hay una historia para la hecatombe
nuclear también hay para la mujer, su trabajo y el trabajo de mantener la vida
de sus niños sin el auxilio del hombre. Esa
obra, pequeña, muestra a la mujer sosteniendo un motete, la mano en alto y las
pequeñas figuras infantiles. El artista no incluyó al hombre porque en la vida
real las madres pobres no tienen hombres.
¿Qué hace José Aparicio para ganarse la
vida? Ofrece clases de escultura en la Escuela y tiene que recurrir
frecuentemente a ese tipo de arte al que está más acostumbrada la gente: la
artesanía. Y vende sus creaciones. Al final, toda esta actividad para ganarse
la vida le deja sólo el fin de semana para entregarse “al arte por el arte”.
EXPOSICIÓN
Vemos lo que este hombre ha hecho y dice
que pronto, en este mes montará su primera exposición personal, junto con la
pintora María Gallo. Le preguntamos si gustarán sus producciones y él responde
sin ningún rodeo, lleno de naturalidad, que “se trata de introducir una cultura
nicaragüense para que la gene no sólo se aferre a la europea, al clasicismo
académico”.
Las limitaciones materiales le podrán
cerrar las puertas al arte tradicional, pero nunca dejará que la mente del
artista abra otras puertas para introducirse en otros derroteros imaginarios a
José Aparicio bajando a un cauce y recogiendo unos desperdicios para su próxima
obra, mientras en otra parte del mundo el escultor recorre tiendas específicas
donde puede fabricar sus maravillas.
María Gallo le ayudó a recolectar desechos
de talleres de mecánica y ahora todos esos materiales –varillas, placas de
acero y hasta una tenaza vieja— ofrecen la forma de un perro “sarroso”.
IDEAS EN EL SUELO
Las ideas están en la calles, en el suelo,
en los cauces y en los buses, “yo las recojo y doy forma”. Ahí están en los pedazos de madera.
“Yo los tomo y los vuelvo a la realidad”. Es la observación –aquí no hay
imitaciones— una de las puntas de lanza de su trabajo con las formas.
“Intimidades” tiene una intención para el
autor pero hay muchas más en los ojos del visitante. Para él es un hombre que
al llegar a su casa después del trabajo se relaja… para otro podría ser uno de
los tantos judíos en uno de los campos de concentración del fascismo.
Y así, recorriendo el pequeño cuarto,
contemplando lo que las “manos de la imaginación pueden hacer, llegamos a un
cuartito donde vemos “Revolución Industrial”, otra extraña forma de perfil
elaborada con hierro, con especies de bisagras en su parte trasera y un eje de
bicicleta en el centro. La escultura termina con un chispero de vehículo y una interrogación de parte del observador.
LA VERDAD
La versión de “La Verdad” de José Aparicio
es un poco más convencional en medio de ese caos de la forma: es un huevo –tal
vez de avestruz— de la cual surge una mano que empuña una linterna roja. Habrán
muchas interpretaciones, pero eso ya será parte de la verdad de cada quien.
La próxima exposición de este hombre sin
duda será muy interesante. Siempre lo será mientras José Aparicio por ejemplo
encuentre motivos en los rostros de la gente que viaja en los bues de la
capital. En otro cuarto, donde guarda sus creaciones, incluidas pinturas que
causan cierto surrealismo, hay obras que “exhalan miedo”.
“El anciano y el joven”, ambos con cabezas
de bujía pero el del primero lleno de clavos de tres pulgadas, la “vida a
tuto”. Miramos hacia otro lado y vemos “Tu conciencia”. Esa producción que no
deja de ser siniestra, nació de una vieja camisa que el artista ya no usaba.
Ahora representa la conciencia de un mundo que peligrosamente se acerca a este
trabajo.
Iniciado en esta disciplina artística en
1974, el artista se queja que no hay instituciones “amantes” del arte. Hace
falta materiales; en los organismos encargados dicen que sí pero la ayuda se
dirige a otras áreas. ¿Cuánto cuesta traer una piedra de Matagalpa para que el
alumno de la Escuela pueda ejercitarse?... Mucho, contesta.
Mientras, José Aparicio recorrerá algún
taller, una calle abandonada o se asomará a los cauces para ver qué trajeron
las lluvias y qué le dejo a él la imaginación.
muy buena info sobre el maestro Artola:3
ResponderEliminar