A comienzos del año, el maestro Armando
Morales expuso 20 obras en la exhibición internacional de artes plásticas Art Miami ῾92, desarrollada en el
local de The Americas Collection.
Impresionaron
tanto los 13 cuadros y las siete litografías del nicaragüense, que un crítico
local definió la exposición como “obra de un creador con un exquisito dominio
del oficio y la técnica”.
Adicionalmente,
el diario El Nuevo Herald, le dedicó
la portada de su suplemento Galería. Les dejamos un extracto del artículo
publicado:
Era
1934. En Granada un niño estaba parado en el umbral de la puerta de la
ferretería de su padre. En ese momento vio pasar una multitud acompañando a un
hombre. Esa memoria de Armando Morales, nacido en 1927, se convirtió en 1985,
en un cuadro llamado Adiós a Sandino,
su homenaje al guerrillero nicaragüense.
No
hay duda de que las memorias le han servido bien a este renombrado artista,
cuyas obras hoy se venden en los 30 mil
y 40 mil dólares. En una entrevista, Morales aclaró en parte cómo es que juega
la memora en su obra.
“Los
millones de piezas de información adquiridos en mis viajes (tengo muy buena
memoria visual) los rehago ad infinitum
en la serenidad de mi estudio en París”.
Al
examinar su obra se descubre en ella una sutil combinación de los cánones del
clasicismo combinado con un realismo que se considera propio de América Latina.
Se conoce como el “realismo mágico”.
El
pintor resume esta filosofía afirmando que como “hay una literatura
latinoamericana bien identificable, hay un arte nuestro identificable también,
Alejo Carpentier enfocaba este asunto muy certeramente”. Morales considera que
es difícil saber el santo y seña de esa identidad, pero precisa que “la vida y
costumbres latinoamericanas influyen en esto, tanto como el arte influye en
esas”.
Sin
lugar a dudas, la pintura de Morales reivindica esa esencia latinoamericana.
Formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Managua, junto a Rodrigo
Peñalba, es un exponente de esa esencia que pasa por la diversidad.
A
pesar de esa individualidad se enriquece con la apertura a otras experiencias y
valores. “Me parece, además, que el contacto con otras culturas en vez de
disolver esa identidad la aumenta, así como las presiones políticas,
culturales, económicas, y aún militares,
en vez de dispersarnos nos hacen cerrar filas”.
La
serena obra de este artista se mueve dentro de lo que puede considerarse un
neosurrealismo. Busca la autodefinición en lo que el historiador de arte David
Craven ha llamado, refiriéndose a Nicaragua, la amenaza de “la hegemonía
occidental”. En esa perspectiva política, Morales dijo al diario Barricada en
1986:
“Primero
sufrimos el imperialismo español y después el norteamericano. Nuestra
civilización es la del Tercer Mundo, lo que quiere decir que lucha contra la
pérdida de identidad”.
Confiesa,
por ejemplo, que buena parte de su obra se basa en las fascinación que le han
significado los paisajes del Lago de Nicaragua, “junto al cual yo nací y viví
mis primeros años, y donde yo regreso cada vez que voy a Nicaragua”.
“Siempre
sentí una fascinación por la vida de ribera en torno al puerto, y toda la lenta
sensualidad de sus alrededores –añadió el pintor—. “Una buena parte de mi obra
viene de allí”… Su imaginación, y la elaboración de sus
fuentes, se traducen en una obra en que valores estéticos fundamentales de la
cultura europea se integran perfectamente con imágenes latinoamericanas.
Sin embargo, no hay
mezcla ni carácter híbrido en esta pintura. La intención americana prevalece en
su capacidad de asimilación y representatividad.
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