domingo, 20 de julio de 2014

Don Pastor Peñalba PRECURSOR INDISCUTIBLE DE NUESTRA ESCUELA DE BELLAS ARTES[1] Por: Eduardo Pérez-Valle h.


A partir de esta publicación dedicada a las Artes Plásticas y también, a las Artes Populares, inauguramos el Blogspot y el Facebook: Galería Virtual: Artistas Plásticos de Nicaragua, espacio en el cual deseamos reunir, de forma coherente, el pasado y el presente de la creación plástica. Sobre todo,  que el público pueda apreciar las obras artísticas y a través de ella, encontrarse con los dueños de esa imaginación y de esas técnicas. Deseamos que en este propósito o “juicio estético” no existan “seducciones literarias” previas al encuentro, entre cada obra y el espectador.

Entre los provechos, deseamos entregarles la posibilidad de descubrir,  divulgar y, quizás, adquirir el “arte joven”, por cierto, prolífero, prometedor, pero que en su gran mayoría nunca ha recibido opiniones oportunas o reconocimientos técnicos en el ahora y cada vez más estrecho espacio del periodismo cultural nicaragüense. En contraposición a lo antedicho e impuestos como estamos del avance tecnológico, el mejor medio de información y “enlace” lo facilita la Internet, por tal razón, esta iniciativa la desarrollamos en este medio de grande afluencia.

Incluidos en este modesto emprendimiento cultural el criterio de la historicidad y el criterio de la originalidad  –bajo otro enfoque, no hegeliano—, decidimos “asomarnos en la ventana histórica” para localizar al verdadero fundador de la Escuela Nacional de Bellas Artes, mérito que siempre ha sido adjudicado a Don Rodrigo Peñalba, y del que, injustamente ha sido despojado  –por ignorancia— su padre, Don Pastor Peñalba.

La inclusión de todas las épocas artísticas empieza por identificar el origen de la formación académica en Nicaragua. En esta Galería caben todas las ejecuciones de estilos,  afloramiento de los viejos y de los nuevos motivos e inspiraciones; etapas y derroteros, sin olvidar espacio para el podio de lo consagrado, porque el Arte también tiene escalafones, y el paso del tiempo desliza velos para adjudicar el éxito verdadero o el fracaso rotundo. 

Pues bien, estimamos que la exactitud en la información histórica es indispensable; ella no requiere de resbaladizas lucubraciones de cientificidad dudosa. Los contextos y los personajes de nuestra historia de las artes plásticas tienen traslapes o heredades, de una generación a otra, ceñidos a los diversos juicios de valor que comporta la crítica de arte.  Esperamos desarrollar el juicio estético, como diría Litré: “mecanismo del juicio frente a las obras...” Por ahora, conozcamos alguna información sobre el precursor indiscutible de nuestra Academia de Bellas Artes.

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LAS INSTITUCIONES DE LA PINTURA NICARAGÜENSE

La Primera Exposición Colectiva de los “Espíritus Selectos”.
Un numeroso grupo de noveles pintores, en plena juventud, en los salones del Instituto Pedagógico de Managua, exponen sus pinturas y sus anhelos artísticos. Aquellos pintores fueron llamados los “Espíritus Selectos”.

Tales “jóvenes aficionados” desentumecieron una anquilosada Academia de Bellas Artes. A partir de aquel 17 de agosto de 1933, los brillos irradiados por Ramón Ignacio Matus, Ernesto Brown, Salvador Sacasa, Guillermo Castillo, Rodrigo Peñalba y otros, levantaron el ánimo de los pintores más viejos que estaban en dicha Academia. Los pintores agrupados en ella no tenían local para sus prácticas y el aprendizaje. Fueron los jóvenes pintores de los años treinta, quienes por primera vez, y a partir de aquella exposición que juntó lo viejo con lo nuevo, se empeñaron en conseguir la ayuda estatal, y de amigos del arte, para obtener un local como sede, y lucharon por “hacer surgir el aliento artístico en el pueblo nicaragüense”.

Esos pintores solicitaron al Distrito Nacional “una pieza con instalación eléctrica, ya sea en una escuela nacional o en alguna casa barata donde establecer la Academia de Pintura”.

El apoyo de la prensa nacional, y de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fueron importantes para los acontecimientos derivados de aquella exposición que impulsaría otros hechos de la pintura nicaragüense, tales como la aparición del Círculo de Bellas Artes, y la formación por primera vez en la historia nacional de una Academia Nacional de Bellas Artes, a la cual volvería diez y seis años más tarde, Rodrigo Peñalba”, con el conocimiento agigantado y la vocación de maestro, que trasladaría el relevo generacional y cualitativo a la pintura nicaragüense. La historia está afirmada en un orden progresivo, aquellos jóvenes que fundaron la Academia Nacional de Bellas Artes se perpetuaron para Nicaragua, juntando sus flamas en la antorcha que quedó en manos de Rodrigo Peñalba.

EL “CÍRCULO DE BELLAS ARTES”

A nuestro país llegó en los años treinta, un español de rimas métricas y cadencias quien animose a exponer en un extenso artículo periodístico las razones y objetivos para fundar lo que él llamó el Círculo de Bellas Artes. Este poeta de nombre Luis Álvarez Pastor, luego de este esfuerzo, no fructificó, en el mismo año se marchó del país en busca de nuevos horizontes, su proyecto lo expone por primera vez en “La Prensa” del 19 de febrero de 1933. Una de sus más entusiastas colaboradoras fue doña Chepita de Aguerri, quien facilitó su casa de habitación par ala reunión de la primera clase de la Sección de Declamación del Círculo de Bellas Artes. En posteriores fechas con la participación de un seleccionado grupo de mujeres, emprenden el montaje de la primera obra teatral, “Canción de Cuna” escrita en 1911 por Gregorio Martínez Sierra (1881-1847), libreto que se mandó a traer a La Habana.

Entre otras actividades se tomaban a los aspirantes las entrevistas de rigor, y las clases iniciaban con dicción y voz.

El “Círculo de Bellas Artes”, emprendió a través de su dinámico promotor y fundador, la creación de la “Sección de Pintura”. Álvarez Pastor escribía sobre el tema: “Se establecerá una Academia diaria o intermedia diurna o nocturna, según las disposiciones del Director de la misma. A los designados por el Director se le facilitarán materiales para poder llevar a efecto su obra. Una vez terminada ésta, el artista lo exhibirá en el “Círculo” y si logra que sea adquirida por un particular, el importe de la venta menos un pequeño tanto por ciento para ayuda de los gastos efectuados, pasará a poder del alumno que la haya ejecutado. Celebrará exposiciones permanentes y exposiciones parciales de dibujos, acuarelas, óleos, crayones, pastel, etc. Podrá adicionarse la parte de grabados en madera y cuanto el Director a su juicio, estime sea compatible con esta Sección. Celebrarán concursos bajo las bases que estime oportuno, para el mayor despertar del arte”:

TRES INSTITUCIONES DIFERENTES

Tres nombres e instituciones diferentes de la pintura nicaragüense: la Academia de Bellas Artes, el Círculo de Bellas Artes y la Escuela Nacional de Bellas Artes. Después de los ajustes sobre el Círculo de Bellas Artes, que precisamente fue una presentación con nuevo nombre de la pintura de nuestro país, reseñaremos la historia de esta última. Como dijimos, ni la Academia de Bellas Artes, ni el Círculo de Bellas Artes tuvieron sede oficial y permanente. Era frecuente que los pintores expusieran de forma individual y cargaba con la venta de sus obras. En ocasiones exponían en el Parque Central, actividad que se radicaría y que el mismo Rodrigo Peñalba implementara con sus alumnos de los años 50.

Eran los tiempos en que los pintores trataban de saltar por encima de las secuelas económicas del terremoto de 1931; y de las consecuencias de la guerra contra la ocupación norteamericana en el país. Aún así, hubo pintores como el masayés Ernesto Ortega, luego de exponer en 1932 sus pinturas en la Biblioteca Nacional, en su totalidad obras de motivos regionales, al precio máximo de diez córdobas; posteriormente en busca del sustento diario las expuso el 8 de mayo del mismo año, en el Club de Oficiales de los interventores norteamericanos. Los títulos de aquellas obras proporcionan ideas del regionalismo en la pintura de don Ernesto Ortega: “La Vieja Tejedora”; El corredor de mi casa; Calle del Caimito; El Parque Central; La Parroquia de mi pueblo; Tarde del Trópico; Paseo Tuckler; Camino de la Feria; De Tiempos Coloniales; Una refresquería; El último Toro Venado; Laguna de Masaya y Vendedora de Frutas, entre otros.

Otro de los pintores que se estableció en Managua e el año de 1932, fue Pedro Ortiz hijo, vivía y tenía su estudio media cuadra al occidente de la plazoleta de la Estación. En junio del 32, Ortiz se ganaba algún dinero decorando la Casa Presidencial.

Don Horacio Cordero M., participa para el 33 en la Exposición Nacional de la Industria Nicaragüense, Cordero llegó con sus trabajo fotográficos en oro y plata, en aquella ocasión expuso además de fotografías, el busto en cemento blanco de don Félix Pedro Zelaya R., que sería colocado por la administración presidencial del doctor Juan Bautista Sacasa en el parque de Niquinohomo.

El antiguo templo de Santo Domingo, recibió el 5 de diciembre de 1933, en la parte superior de su fachada una de las últimas obras monumentales del escultor granadino y profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes, don Tránsito Sacasa, quien tres años más tarde falleciera. Este multifacético artista, hizo para dicha iglesia una estatua del Sagrado Corazón de Jesús, en cemento y con más de una tonelada de peso.

En la capital ocurrían las principales actividades artísticas; los artistas llegaban a Managua, unos para quedarse a vivir, y otros para darse a conocer y exponer sus obras, además de encontrarse con sus colegas de la pintura y la escultura.

Habría muy pronto un acontecimiento que tendría significación histórica de trascendental importancia, la fundación de la Academia Nacional de Bellas Artes, la cual durante cinco meses se fortaleció para poder anunciar su nacimiento, tras haber defendido su posición ante un proyecto escultórico que se debatía públicamente.

DEBATIENDO SOBRE EL MONUMENTO A RUBÉN DARÍO

Al fin en 1933, con 17 años a cuestas, el “Comité Pro-Bronce Darío”, tras un accidentado proceso de convocatoria a participar en la elaboración de los anteproyectos para erigirle  al Vate un monumento en el parque de su nombre, se reúne en pleno para examinar los dos únicos proyectos  presentados, el del escultor italiano Ángel Mazzei de la “Casa Luisi” de Pietrasanta, Italia; y el del italiano Mario Favilli, radicado en Granada, Nicaragua.

Designan a tres notables intelectuales del Comité, para un dictamen definitivo: los doctores Hildebrando Castellón, Joaquín Vijil, y el ingeniero José Andrés Urtecho. Al cabo de unos días, y entre otras opiniones solicitadas, la Academia de Bellas Artes dio la suya; la Comisión recomendó asumir la responsabilidad “de erigir un monumento a Darío, digno de su genio, de su memoria, del país, y de nuestro esfuerzo. La escogencia está estrechamente limitada entre dos proyectos únicos sobre los que ha recaído desfavorable dictamen de la Academia Nacional de Bellas Artes, lo mismo que la opinión de algunos diletantes de importancia, consultados oportunamente”. En consecuencia, debe ampliarse el período de recepción, y promoverse el envío de nuevos proyectos. Finalmente el dictamen indicaba: “En aso que nuestras indicaciones no fueran favorablemente acogidas por el Comité y se quisiese proceder a una solución inmediata  del asunto optando por uno de los proyectos presentado, creemos que la ejecución de la estatua del poeta debe ser hecha, en todo caso, bajo la firma de un escultor de reputación reconocida, y que el Comité deba especificar no sólo todos los detalles del conjunto sino todas las condiciones del arreglo”.

Queda plenamente claro que ya se habla de la Academia Nacional de Bellas Artes, y con la importancia que la sociedad le da en aquella época, la consultan sobre asunto de gran interés. Al hacerse público el dictamen, los ataques de uno de los dos bandos en que se dividió la opinión pública, enfilan contra la posición de la Academia, parten del dividido “Comité pro-Bronce a Darío”.

Un artículo anónimo en el “Diario Moderno” lleva a la Academia al punto de dar una respuesta  en los siguientes términos: “La Academia de Bellas Artes no va a discutir sus propios méritos, ella ha lanzado una opinión razonada y debe ser combatida con razones. ¿Quién puede ser el árbitro? ¿Acaso el articulista anónimo o su amigo, aquel que viajó desde Florencia a Washintogn tan sólo para aprender que  la Academia de Bellas Artes está formada por aficionados?  O quizás los propios Favilli y Mazzei, representantes comerciales de las casas fabricantes”. La carta finaliza: “La Academia de Bellas Artes no ha tenido a la vista en ninguna ocasión el proyecto de Bourdelle; pero el articulista lo aparta y aconseja con toda su autoridad quedar con uno de los últimos. Este pecado no nos mancha. Por último, si éste grupo de aficionados que lee y estudia y en el que figuran elementos que conocen los museos y monumentos de Europa  y los Estados Unidos, con preparación estética para aprovecharse de este conocimiento, se pone en ridículo al dar una opinión solicitada, qué diremos del reporte que no dedica sus actividades más que a la persecución de los escándalos sociales, y que a la hora menos pensada, sin ser solicitado y con un apasionamiento de muy dudoso origen, se atreve a dar opiniones sobre arte? Aquí cabe la conocida frase: Si la Academia censura malo, si un anónimo aplaude, peor”.

El 25 de septiembre el debate quedó enterrado, ese día el Monumento a Darío fue inaugurado, dizque según la maqueta que Favilli presentó. Pero desde mayo de 1932, tras casi ocho meses de preparación de condiciones, de manera resuelta los Académicos, y los “Espíritus Selectos” proceden a dar el paso trascendental para la historia institucional del arte en Nicaragua.

NACE OFICIALMENTE LA ACADEMIA NACIONAL DE BELLAS ARTES

El 5 de diciembre de 1933, con la exactitud histórica que los documentos respaldan, nace solemnemente la ACADEMIA NACIONAL DE BELLAS ARTES, y se realiza el mismo día, la Apertura de la Primera Exposición Nacional de Pintura y Dibujo. Su Presidente y Director Académico fue don Pastor Peñalba; su Secretario, Ramón Ignacio Matus; y uno de sus vocales Ernesto Brown. El Salón de la Academia quedaba contiguo a La Nueva Prensa. El discurso de apertura estuvo a cargo del periodista Gabry Rivas y el de clausura correspondió al doctor Ramón Romero.

Varios artistas se sumaron al acto, Arturo J. Medal ejecutó un solo de piano y Guillermo Castillo demostró sus dotes de tenor; la poetisa Yolanda Caligaris entregó al público los versos de su inspiración, y finalmente cantó Margarita Espinosa, y Luis Felipe Hidalgo recitó varios poemas.  Transcurrido el acto, quedó abierta la exposición al público.

DON PASTOR PEÑALBA

Sin lugar a dudas, don Pastor Peñalba significa  para la historia de la pintura nicaragüense el baluarte conductor, el amigo y maestro, parte del importante puente que indeteniblemente seguirán cruzando nuevas generaciones de pintores  en el tercer milenio. Él es, realmente, quien debe por justicia llevar el calificativo de verdadero impulsor del arte en Nicaragua en aquellas décadas, otorgado por los hechos innegables. Nadie en los años 20 y 30 del pasado siglo hizo tanto como él en enseñanza y organización de los artistas, los que él edificó, incluido a su hijo Rodrigo. Habrá otros, como el recordado Enrique Fernández Morales de quien en su en su Historia de la pintura nicaragüense, Jorge Eduardo Arellano dice que tan sólo a los veintiuno años de edad “impulsó  el arte en Nicaragua.  Don Pastor alcanzó mayores logros, llamado por sus discípulos, amigos y periodistas “decano de los artistas expositores, vibrante impulsor del arte en Nicaragua y el alma de la Academia de Bellas Artes”. Aun con los innegables méritos de Morales Fernández, el lugar le corresponde a Peñalba.

PRIMERA  EXPOSICIÓN DE DIBUJO Y PINTURA EN 1933

La Primera Exposición Nacional de Dibujo y Pintura fue todo un éxito. El joven de 25 años, Rodrigo Peñalba, destacó con una de las más admiradas pinturas de la exposición, “un notabilísimo cuadro regional: La Carreta”. Peñalba es objeto de los mayores elogios a través de los artículos que la prensa nacional le dedica al trascendental acontecimiento. Don Pastor Peñalba acompaña a sus alumnos, reprodujo los rincones de Managua, y la crítica le define como “una ejecución limpia y brillante”.

Rodrigo Peñalba, conocido como “el artista del pincel atrevido”; presentó dos tipos de obras: pintura regional y una colección de retratos calificados de maravillosos. Y de él se decía que, “se observaba en su obra expuesta una fuerte tendencia a la nacionalización de nuestra pintura”.

De Ernesto Brown destacaba la impresión del color, “de la luz y la atmósfera con una técnica personal”. Presentó una colección de paisajes y se le destaca como uno de los mejores paisajistas de Nicaragua. “El distintivo de Brown era la capacidad de captar y devolver en el lienzo la apariencia real de la naturaleza".

Guillermo Castillo, a quien sus compañeros cariñosamente apodaban “Tonelada” por su corpulenta contextura física, no sólo trabajó la técnica de la acuarela, sino que presentó una cabeza modelada en barro, finamente estilizada.

“Alma fina y delicada de artista, imprime en cada una de sus obras el sello de su personalidad inimitable”. Este era Ramón Ignacio Matus, quien participaba con el objeto que le había de caracterizar, el retrato a lápiz. Este diriomeño mereció el reconocimiento de sus compañeros artistas; ante los importantes sucesos que hemos relatado, sus colegas dibujantes y pintores habían bautizado su agrupación con las siglas ADAPRIM, cuyo significado era: “Escuela de Pintura Ramón Ignacio Matus”, y don Pastor Peñalba refiriéndose a él, decía: “Ramón tiene en su elaboración, aquello que le hace tener siempre el carácter de nuevo”, en clara alusión a la destreza y limpieza de sus trazos. 

Entre otros que integraron aquella agrupación: Carlos Mejía, Fernando Ampié; Gonzalo Obando, doctor Gonzalo Ocón Vela, Elías A. y Guillermo Castillo, Rodrigo Peñalba, Ramón Ignacio Matus, Ernesto Brown, y el maestro Pastor Peñalba. Alberto de Trinidad en su obra mantenía “una fidelidad fotográfica”; y en su temática eran pequeños formatos de “rincones de Managua” en acuarela. 

Con estos acontecimientos, incorporamos nuevas páginas a la historia de las artes en Nicaragua, con toda certeza se pueden reproducir sin temor a equivocaciones.-

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[1] Publicado en Nuevo Amanecer Cultural, sábado 27 de diciembre de 1997.
Publicado en Revista de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, Segunda Época, Tomo LXV. Agosto, 2007. Págs. 155 a 162. 

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