A partir de esta publicación dedicada a las
Artes Plásticas y también, a las Artes Populares, inauguramos el Blogspot y el
Facebook: Galería Virtual: Artistas Plásticos de Nicaragua, espacio en el cual
deseamos reunir, de forma coherente, el pasado y el presente de la creación
plástica. Sobre todo, que el público
pueda apreciar las obras artísticas y a través de ella, encontrarse con los
dueños de esa imaginación y de esas técnicas. Deseamos que en este propósito o
“juicio estético” no existan “seducciones literarias” previas al encuentro,
entre cada obra y el espectador.
Entre los provechos, deseamos entregarles
la posibilidad de descubrir, divulgar y,
quizás, adquirir el “arte joven”, por cierto, prolífero, prometedor, pero que
en su gran mayoría nunca ha recibido opiniones oportunas o reconocimientos
técnicos en el ahora y cada vez más estrecho espacio del periodismo cultural
nicaragüense. En contraposición a lo antedicho e impuestos como estamos del
avance tecnológico, el mejor medio de información y “enlace” lo facilita la
Internet, por tal razón, esta iniciativa la desarrollamos en este medio de
grande afluencia.
Incluidos en este modesto emprendimiento
cultural el criterio de la historicidad y el criterio de la originalidad –bajo otro enfoque, no hegeliano—, decidimos
“asomarnos en la ventana histórica” para localizar al verdadero fundador de la
Escuela Nacional de Bellas Artes, mérito que siempre ha sido adjudicado a Don
Rodrigo Peñalba, y del que, injustamente ha sido despojado –por ignorancia— su padre, Don Pastor
Peñalba.
La inclusión de todas las épocas artísticas
empieza por identificar el origen de la formación académica en Nicaragua. En
esta Galería caben todas las ejecuciones de estilos, afloramiento de los viejos y de los nuevos
motivos e inspiraciones; etapas y derroteros, sin olvidar espacio para el podio
de lo consagrado, porque el Arte también tiene escalafones, y el paso del
tiempo desliza velos para adjudicar el éxito verdadero o el fracaso
rotundo.
Pues bien, estimamos que la exactitud en la
información histórica es indispensable; ella no requiere de resbaladizas
lucubraciones de cientificidad dudosa. Los contextos y los personajes de
nuestra historia de las artes plásticas tienen traslapes o heredades, de una
generación a otra, ceñidos a los diversos juicios de valor que comporta la
crítica de arte. Esperamos desarrollar
el juicio estético, como diría Litré: “mecanismo del juicio frente a las
obras...” Por ahora, conozcamos alguna información sobre el precursor
indiscutible de nuestra Academia de Bellas Artes.
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LAS
INSTITUCIONES DE LA PINTURA NICARAGÜENSE
La Primera Exposición Colectiva de los
“Espíritus Selectos”.
Un numeroso grupo de noveles pintores, en
plena juventud, en los salones del Instituto Pedagógico de Managua, exponen sus
pinturas y sus anhelos artísticos. Aquellos pintores fueron llamados los
“Espíritus Selectos”.
Tales “jóvenes aficionados” desentumecieron
una anquilosada Academia de Bellas Artes. A partir de aquel 17 de agosto de
1933, los brillos irradiados por Ramón Ignacio Matus, Ernesto Brown, Salvador
Sacasa, Guillermo Castillo, Rodrigo Peñalba y otros, levantaron el ánimo de los
pintores más viejos que estaban en dicha Academia. Los pintores agrupados en
ella no tenían local para sus prácticas y el aprendizaje. Fueron los jóvenes
pintores de los años treinta, quienes por primera vez, y a partir de aquella
exposición que juntó lo viejo con lo nuevo, se empeñaron en conseguir la ayuda
estatal, y de amigos del arte, para obtener un local como sede, y lucharon por
“hacer surgir el aliento artístico en el pueblo nicaragüense”.
Esos pintores solicitaron al Distrito
Nacional “una pieza con instalación eléctrica, ya sea en una escuela nacional o
en alguna casa barata donde establecer la Academia de Pintura”.
El apoyo de la prensa nacional, y de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas, fueron importantes para los
acontecimientos derivados de aquella exposición que impulsaría otros hechos de
la pintura nicaragüense, tales como la aparición del Círculo de Bellas Artes, y
la formación por primera vez en la historia nacional de una Academia Nacional
de Bellas Artes, a la cual volvería diez y seis años más tarde, Rodrigo
Peñalba”, con el conocimiento agigantado y la vocación de maestro, que
trasladaría el relevo generacional y cualitativo a la pintura nicaragüense. La
historia está afirmada en un orden progresivo, aquellos jóvenes que fundaron la
Academia Nacional de Bellas Artes se perpetuaron para Nicaragua, juntando sus
flamas en la antorcha que quedó en manos de Rodrigo Peñalba.
EL “CÍRCULO DE BELLAS ARTES”
A nuestro país llegó en los años treinta,
un español de rimas métricas y cadencias quien animose a exponer en un extenso
artículo periodístico las razones y objetivos para fundar lo que él llamó el
Círculo de Bellas Artes. Este poeta de nombre Luis Álvarez Pastor, luego de
este esfuerzo, no fructificó, en el mismo año se marchó del país en busca de
nuevos horizontes, su proyecto lo expone por primera vez en “La Prensa” del 19
de febrero de 1933. Una de sus más entusiastas colaboradoras fue doña Chepita
de Aguerri, quien facilitó su casa de habitación par ala reunión de la primera
clase de la Sección de Declamación del Círculo de Bellas Artes. En posteriores
fechas con la participación de un seleccionado grupo de mujeres, emprenden el
montaje de la primera obra teatral, “Canción de Cuna” escrita en 1911 por
Gregorio Martínez Sierra (1881-1847), libreto que se mandó a traer a La Habana.
Entre otras actividades se tomaban a los
aspirantes las entrevistas de rigor, y las clases iniciaban con dicción y voz.
El “Círculo de Bellas Artes”, emprendió a
través de su dinámico promotor y fundador, la creación de la “Sección de
Pintura”. Álvarez Pastor escribía sobre el tema: “Se establecerá una Academia
diaria o intermedia diurna o nocturna, según las disposiciones del Director de
la misma. A los designados por el Director se le facilitarán materiales para
poder llevar a efecto su obra. Una vez terminada ésta, el artista lo exhibirá
en el “Círculo” y si logra que sea adquirida por un particular, el importe de
la venta menos un pequeño tanto por ciento para ayuda de los gastos efectuados,
pasará a poder del alumno que la haya ejecutado. Celebrará exposiciones
permanentes y exposiciones parciales de dibujos, acuarelas, óleos, crayones,
pastel, etc. Podrá adicionarse la parte de grabados en madera y cuanto el
Director a su juicio, estime sea compatible con esta Sección. Celebrarán
concursos bajo las bases que estime oportuno, para el mayor despertar del
arte”:
TRES INSTITUCIONES DIFERENTES
Tres nombres e instituciones diferentes de la
pintura nicaragüense: la Academia de Bellas Artes, el Círculo de Bellas Artes y
la Escuela Nacional de Bellas Artes. Después de los ajustes sobre el Círculo de
Bellas Artes, que precisamente fue una presentación con nuevo nombre de la
pintura de nuestro país, reseñaremos la historia de esta última. Como dijimos,
ni la Academia de Bellas Artes, ni el Círculo de Bellas Artes tuvieron sede
oficial y permanente. Era frecuente que los pintores expusieran de forma
individual y cargaba con la venta de sus obras. En ocasiones exponían en el
Parque Central, actividad que se radicaría y que el mismo Rodrigo Peñalba
implementara con sus alumnos de los años 50.
Eran los tiempos en que los pintores
trataban de saltar por encima de las secuelas económicas del terremoto de 1931;
y de las consecuencias de la guerra contra la ocupación norteamericana en el
país. Aún así, hubo pintores como el masayés Ernesto Ortega, luego de exponer
en 1932 sus pinturas en la Biblioteca Nacional, en su totalidad obras de
motivos regionales, al precio máximo de diez córdobas; posteriormente en busca
del sustento diario las expuso el 8 de mayo del mismo año, en el Club de
Oficiales de los interventores norteamericanos. Los títulos de aquellas obras
proporcionan ideas del regionalismo en la pintura de don Ernesto Ortega: “La
Vieja Tejedora”; El corredor de mi casa; Calle del Caimito; El Parque Central;
La Parroquia de mi pueblo; Tarde del Trópico; Paseo Tuckler; Camino de la
Feria; De Tiempos Coloniales; Una refresquería; El último Toro Venado; Laguna
de Masaya y Vendedora de Frutas, entre otros.
Otro de los pintores que se estableció en
Managua e el año de 1932, fue Pedro Ortiz hijo, vivía y tenía su estudio media
cuadra al occidente de la plazoleta de la Estación. En junio del 32, Ortiz se ganaba
algún dinero decorando la Casa Presidencial.
Don Horacio Cordero M., participa para el
33 en la Exposición Nacional de la Industria Nicaragüense, Cordero llegó con
sus trabajo fotográficos en oro y plata, en aquella ocasión expuso además de
fotografías, el busto en cemento blanco de don Félix Pedro Zelaya R., que sería
colocado por la administración presidencial del doctor Juan Bautista Sacasa en
el parque de Niquinohomo.
El antiguo templo de Santo Domingo, recibió
el 5 de diciembre de 1933, en la parte superior de su fachada una de las
últimas obras monumentales del escultor granadino y profesor de la Escuela
Nacional de Bellas Artes, don Tránsito Sacasa, quien tres años más tarde
falleciera. Este multifacético artista, hizo para dicha iglesia una estatua del
Sagrado Corazón de Jesús, en cemento y con más de una tonelada de peso.
En la capital ocurrían las principales
actividades artísticas; los artistas llegaban a Managua, unos para quedarse a
vivir, y otros para darse a conocer y exponer sus obras, además de encontrarse
con sus colegas de la pintura y la escultura.
Habría muy pronto un acontecimiento que
tendría significación histórica de trascendental importancia, la fundación de
la Academia Nacional de Bellas Artes, la cual durante cinco meses se fortaleció
para poder anunciar su nacimiento, tras haber defendido su posición ante un
proyecto escultórico que se debatía públicamente.
DEBATIENDO SOBRE EL MONUMENTO A RUBÉN DARÍO
Al fin en 1933, con 17 años a cuestas, el
“Comité Pro-Bronce Darío”, tras un accidentado proceso de convocatoria a
participar en la elaboración de los anteproyectos para erigirle al Vate un monumento en el parque de su
nombre, se reúne en pleno para examinar los dos únicos proyectos presentados, el del escultor italiano Ángel Mazzei
de la “Casa Luisi” de Pietrasanta, Italia; y el del italiano Mario Favilli,
radicado en Granada, Nicaragua.
Designan a tres notables intelectuales del
Comité, para un dictamen definitivo: los doctores Hildebrando Castellón,
Joaquín Vijil, y el ingeniero José Andrés Urtecho. Al cabo de unos días, y
entre otras opiniones solicitadas, la Academia de Bellas Artes dio la suya; la
Comisión recomendó asumir la responsabilidad “de erigir un monumento a Darío,
digno de su genio, de su memoria, del país, y de nuestro esfuerzo. La
escogencia está estrechamente limitada entre dos proyectos únicos sobre los que
ha recaído desfavorable dictamen de la Academia Nacional de Bellas Artes, lo
mismo que la opinión de algunos diletantes de importancia, consultados oportunamente”.
En consecuencia, debe ampliarse el período de recepción, y promoverse el envío
de nuevos proyectos. Finalmente el dictamen indicaba: “En aso que nuestras
indicaciones no fueran favorablemente acogidas por el Comité y se quisiese
proceder a una solución inmediata del
asunto optando por uno de los proyectos presentado, creemos que la ejecución de
la estatua del poeta debe ser hecha, en todo caso, bajo la firma de un escultor
de reputación reconocida, y que el Comité deba especificar no sólo todos los
detalles del conjunto sino todas las condiciones del arreglo”.
Queda plenamente claro que ya se habla de
la Academia Nacional de Bellas Artes, y con la importancia que la sociedad le
da en aquella época, la consultan sobre asunto de gran interés. Al hacerse
público el dictamen, los ataques de uno de los dos bandos en que se dividió la
opinión pública, enfilan contra la posición de la Academia, parten del dividido
“Comité pro-Bronce a Darío”.
Un artículo anónimo en el “Diario Moderno”
lleva a la Academia al punto de dar una respuesta en los siguientes términos: “La Academia de
Bellas Artes no va a discutir sus propios méritos, ella ha lanzado una opinión
razonada y debe ser combatida con razones. ¿Quién puede ser el árbitro? ¿Acaso
el articulista anónimo o su amigo, aquel que viajó desde Florencia a Washintogn
tan sólo para aprender que la Academia
de Bellas Artes está formada por aficionados?
O quizás los propios Favilli y Mazzei, representantes comerciales de las
casas fabricantes”. La carta finaliza: “La Academia de Bellas Artes no ha
tenido a la vista en ninguna ocasión el proyecto de Bourdelle; pero el
articulista lo aparta y aconseja con toda su autoridad quedar con uno de los
últimos. Este pecado no nos mancha. Por último, si éste grupo de aficionados
que lee y estudia y en el que figuran elementos que conocen los museos y
monumentos de Europa y los Estados
Unidos, con preparación estética para aprovecharse de este conocimiento, se
pone en ridículo al dar una opinión solicitada, qué diremos del reporte que no
dedica sus actividades más que a la persecución de los escándalos sociales, y
que a la hora menos pensada, sin ser solicitado y con un apasionamiento de muy
dudoso origen, se atreve a dar opiniones sobre arte? Aquí cabe la conocida
frase: Si la Academia censura malo, si un anónimo aplaude, peor”.
El 25 de septiembre el debate quedó
enterrado, ese día el Monumento a Darío fue inaugurado, dizque según la maqueta
que Favilli presentó. Pero desde mayo de 1932, tras casi ocho meses de
preparación de condiciones, de manera resuelta los Académicos, y los “Espíritus
Selectos” proceden a dar el paso trascendental para la historia institucional
del arte en Nicaragua.
NACE OFICIALMENTE LA ACADEMIA NACIONAL DE BELLAS ARTES
El 5 de diciembre de 1933, con la exactitud
histórica que los documentos respaldan, nace solemnemente la ACADEMIA NACIONAL
DE BELLAS ARTES, y se realiza el mismo día, la Apertura de la Primera
Exposición Nacional de Pintura y Dibujo. Su Presidente y Director Académico fue
don Pastor Peñalba; su Secretario, Ramón Ignacio Matus; y uno de sus vocales
Ernesto Brown. El Salón de la Academia quedaba contiguo a La Nueva Prensa. El
discurso de apertura estuvo a cargo del periodista Gabry Rivas y el de clausura
correspondió al doctor Ramón Romero.
Varios artistas se sumaron al acto, Arturo
J. Medal ejecutó un solo de piano y Guillermo Castillo demostró sus dotes de
tenor; la poetisa Yolanda Caligaris entregó al público los versos de su
inspiración, y finalmente cantó Margarita Espinosa, y Luis Felipe Hidalgo
recitó varios poemas. Transcurrido el
acto, quedó abierta la exposición al
público.
DON PASTOR PEÑALBA
Sin lugar a dudas, don Pastor Peñalba
significa para la historia de la pintura
nicaragüense el baluarte conductor, el amigo y maestro, parte del importante
puente que indeteniblemente seguirán cruzando nuevas generaciones de
pintores en el tercer milenio. Él es,
realmente, quien debe por justicia llevar el calificativo de verdadero impulsor
del arte en Nicaragua en aquellas décadas, otorgado por los hechos innegables.
Nadie en los años 20 y 30 del pasado siglo hizo tanto como él en enseñanza y
organización de los artistas, los que él edificó, incluido a su hijo Rodrigo.
Habrá otros, como el recordado Enrique Fernández Morales de quien en su en su
Historia de la pintura nicaragüense, Jorge Eduardo Arellano dice que tan sólo a
los veintiuno años de edad “impulsó el
arte en Nicaragua. Don Pastor alcanzó
mayores logros, llamado por sus discípulos, amigos y periodistas “decano de los
artistas expositores, vibrante impulsor del arte en Nicaragua y el alma de la
Academia de Bellas Artes”. Aun con los innegables méritos de Morales Fernández,
el lugar le corresponde a Peñalba.
PRIMERA
EXPOSICIÓN DE DIBUJO Y PINTURA EN 1933
La Primera Exposición Nacional de Dibujo y
Pintura fue todo un éxito. El joven de 25 años, Rodrigo Peñalba, destacó con
una de las más admiradas pinturas de la exposición, “un notabilísimo cuadro
regional: La Carreta”. Peñalba es objeto de los mayores elogios a través de los
artículos que la prensa nacional le dedica al trascendental acontecimiento. Don
Pastor Peñalba acompaña a sus alumnos, reprodujo los rincones de Managua, y la
crítica le define como “una ejecución limpia y brillante”.
Rodrigo Peñalba, conocido como “el artista
del pincel atrevido”; presentó dos tipos de obras: pintura regional y una
colección de retratos calificados de maravillosos. Y de él se decía que, “se
observaba en su obra expuesta una fuerte tendencia a la nacionalización de nuestra
pintura”.
De Ernesto Brown destacaba la impresión del
color, “de la luz y la atmósfera con una técnica personal”. Presentó una
colección de paisajes y se le destaca como uno de los mejores paisajistas de
Nicaragua. “El distintivo de Brown era la capacidad de captar y devolver en el
lienzo la apariencia real de la naturaleza".
Guillermo Castillo, a quien sus compañeros
cariñosamente apodaban “Tonelada” por su corpulenta contextura física, no sólo
trabajó la técnica de la acuarela, sino que presentó una cabeza modelada en
barro, finamente estilizada.
“Alma fina y delicada de artista, imprime
en cada una de sus obras el sello de su personalidad inimitable”. Este era
Ramón Ignacio Matus, quien participaba con el objeto que le había de
caracterizar, el retrato a lápiz. Este diriomeño mereció el reconocimiento de
sus compañeros artistas; ante los importantes sucesos que hemos relatado, sus
colegas dibujantes y pintores habían bautizado su agrupación con las siglas
ADAPRIM, cuyo significado era: “Escuela de Pintura Ramón Ignacio Matus”, y don
Pastor Peñalba refiriéndose a él, decía: “Ramón tiene en su elaboración,
aquello que le hace tener siempre el carácter de nuevo”, en clara alusión a la
destreza y limpieza de sus trazos.
Entre otros que integraron aquella
agrupación: Carlos Mejía, Fernando Ampié; Gonzalo Obando, doctor Gonzalo Ocón
Vela, Elías A. y Guillermo Castillo, Rodrigo Peñalba, Ramón Ignacio Matus,
Ernesto Brown, y el maestro Pastor Peñalba. Alberto de Trinidad en su obra
mantenía “una fidelidad fotográfica”; y en su temática eran pequeños formatos
de “rincones de Managua” en acuarela.
Con estos acontecimientos, incorporamos
nuevas páginas a la historia de las artes en Nicaragua, con toda certeza se
pueden reproducir sin temor a equivocaciones.-
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[1] Publicado en Nuevo Amanecer
Cultural, sábado 27 de diciembre de 1997.
Publicado en Revista de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua,
Segunda Época, Tomo LXV. Agosto, 2007. Págs. 155 a 162.
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