Cuando era Rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua el recordado doctor Mariano Fiallos Gil, el apoyo a las letras y las artes nunca esperaron en la antesala de ninguna oficina burocrática. Entonces las publicaciones de revistas literarias tomaron un auge hermoso y alentador. El presente trabajo sobre la pintura de nuestro Armando Morales es un magnífico intento por adentrarse en la complejidad de la obra pictórica de Morales. Su autor es el mismo Dr. Fiallos Gil. Su publicación obedece, también, al recuerdo imperecedero de su memoria.
Nuestra Universidad Nacional ha otorgado la
Medalla del Mérito y un Diploma a nuestro compatriota Armando Morales por su
triunfo en la Quinta Bienal de Arte Moderno de San Pablo, Brasil, y me complace
hacer resaltar que tal homenaje es muy bien merecido, porque la labor de este
gran pintor no es asunto de inspiración momentánea y causal, bajada del cielo a
estilo anacreóntico, sino que dura, paciente, despaciosa, índice ético del
sentido creador del hombre, responsabilidad concreta a los que ___ si la vida
tiene o no sentido o de si vale la penar ser o no vivida.
Me complace también expresar que fui
testigo presencial de aquel extraordinario certamen celebrado en uno de los
escenarios más apropiados de América, en el que la vehemencia del hierro, el
cemento, el vidrio, el color, el espacio, la piedra, se moldean en la
arquitectura de los atrevidos sueños de un Óscar Niemayer, los murales de un
Cándido Portinari, las esculturas de un Víctor Brecheret…y tal vez un trasfondo
de compás y melodía de Héctor Villalobos.
Entonces allí, en medio de Sao Paulo, en
donde los planos arquitectónicos han perdido el miedo a la modernidad desde que
la bóveda dejó de ser un problema de ingeniería para convertirse en un reto a
la imaginación se halla el parque de ____ , en uno de cuyos edificios, el del
Palacio de los Estados, se ha instalado esa exposición, y a la luz, el aire y
el paisaje entran por su paredes de vidrio a participar del espectáculo.
En este Palacio todo es No y escaleras,
sino suaves interiores en curvas
parabólicas, casi feminoides, por donde se transita de un piso a otro, como si
anduviera en medio del parque. El edificio es como un gran trasatlántico de
extensas cubiertas, de visibilidad total en todas sus direcciones, pese a las
enormes dimensiones que pueden ser de trescientos o de más metros de punta a
punta y tal vez de, un ciento de babor a estribor.
Hay que andar mucho y durante muchas horas
para darse cuenta, siquiera muy superficialmente, de la magnitud de esta
exposición. Ahí están todas las naciones de occidente y algunas de oriente:
Alemania, España, Italia, Gran Bretaña, Japón en paneles y biombos, dispuestos
por grupos de países, cuadros y esculturas y un gran muestrario de arquitectura
y ornamentación.
Conociendo las lecciones de Bernard
Berenson, cuyo deceso acabamos de lamentar, ha visitado esta Bienal como lo que
soy: un amateur o amante, un simple espectador atraído, para gozar y disfrutar,
de este maravilloso espectáculo, deteniéndome aquí y allá casi al azar, frente
a los cuadros que me han llamado la atención. He de agradecer a los franceses
la cortesía de tratar de explicar sus cuadros o de darnos un guía para la
comunión. Me acuerdo de aquella frase de Ortega y Gasset de que la claridad es la cortesía del
filósofo… éste cuando lo esotérico de la filosofía era interpretación de
profundidad, oscuridad germana, y no ejercicio del pensamiento. Pero las artes
visuales que antes eran claras, ahora se han vuelto oscuras. Sin embargo, hay
algunas maneras de ayudar: Así, bajo las pinturas francesas de poliedros,
estarías, ángulos, espirales, no del todo abstractos, aparecen fotografías
magníficas de “cristales de Vitamina C”, “hemoglobina en solución equis” y
otros ejemplares del mundo de la microscopía.
No sé si este aclarar las cosas borró el
encanto de aquellos volúmenes y colores admirablemente dispuestos, porque les
quitó el misterio casi religioso del mensaje.
Y la escultura… Yo recuerdo que un indio
allá en Guatemala, tenía en sus manos u trozo de madera al que apresuradamente
daba algunas cuchilladas. Esto era ente el bullicio del Mercado. Le pregunté lo
que hacía, y él muy ceremonioso respondió: le estoy quitando lo que le sobra…y
a los pocos minutos me entregó un Don Quijote estilizado que aún guardo entre
mis tesoros.
Quiero recordar aquí que la escultura
moderna me dio la impresión contraria, esto es, que a los trozos de piedra, de
madera o de alabastro, los artistas le habían quitado lo que les faltaba. Eran
como esculturas de espacios desocupados. En este apresurarse de la exposición,
anduve buscando lo nuestro. El nombre de Nicaragua no aparecía por ninguna
parte y es que Armando Morales se hallaba en el grupo Panamericano, en una
sección cercana a la de Centroamérica.
Pero allí estaba. Grande hazaña haber
conquistado este galardón entre tantos y variados competidores. Frente a grupos
hispanoamericanos de admirable expresión; ya no, la de aquellos indios tristes
sentados con las piernas en rolo, vendiendo abalorios, telas, sombreros, ollas
de barro… y en el fondo un rancho de paja (y a propósito, ¿por qué no pintaban
su júbilo?).
Ya aquí hay otro modo de pintar, una
madurez que se asienta en nuestras disposiciones raciales, tradicionales, para
juntar lo concreto del color con lo abstracto de las formas. Yo creo que fue
Salvador Dalí el que respondió a la pregunta de cuál era lo primero que se
requería para ser un buen pintor. Él dijo: ante ser español… Y sí esto de ser
español se junta con la capacidad de abstracción del indio, tan maravillosamente
manifestada en sus mensajes de piedra, en sus estelas grabadas, sus
jeroglíficos, sus ornamentaciones… en donde, como el indio del Don Quijote, se
le quitó el sobrante a la representaciones y se dejó solamente lo esencial. Hay
que ver para ello los museos arqueológicos del Perú o de Guatemala, por
ejemplo, en donde la gracia de una línea, al parecer insignificante, revela un
pensamiento religioso, un dato histórico o simplemente un anhelo de vida
imaginativa, alejada de lo real, que es, al final de cuentas, la intención del
arte como creación exclusivamente humana. Porque el hombre es el único ser
capaz de escaparse de la realidad para entrar en el paraíso de la imaginación y
la fantasía.
Pues con estos ingredientes españoles e
indígenas en las artes visuales, se está haciendo la nueva pintura
hispanoamericana. Y entre ellos con galardón de honor, descollando en esta
actividad humana, cada día creciendo intensamente, como es el arte pictórico
entre nosotros, se halla Armando Morales, nicaragüense, con plena conciencia,
que es honradez de artista y de hombre. Y quiero recalcar lo de hombre, porque
bien se merece la cita quien, al mismo tiempo, como una lección de ética,
mantiene su posición de dignidad al lado de sus anhelos artísticos, no
separados, sino juntos, identificados, indeclinables.
Cuando pasé por el palacio de Ibirapuera no
sabía que Armando había sido premiado. Me enteré de ello en Río de Janeiro, por
unos profesores universitarios colombianos que me dijeron: ¿Supo Ud. que su
paisano se llevó el premio?
Pues este otro paisano que aquí escribe,
celebró aquel acontecimiento un atardecer sobre el Pan de Azúcar, mientras, las
montañas y las rocas llenas de luces, de aviones y de faros, hacían resaltar la
silueta majestuosa del Redentor abriendo sus brazos sobre la roca del
Corcovado…
Y hoy aquí, en el recinto universitario, de
mi vieja ciudad de campanas y aleros, ya ocultas las nobles piedras por el liso
pavimento asfaltado, despersonalizado y municipal, haga un saludo repleto de
buenos augurios para este Armando Morales a quien hemos de ver, cada día
irguiendo su destreza, su honradez y su sensibilidad.
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