Al término de 15 años, nuestro país recoge
una cosecha abundosa, de una escuela verdadera, gracias a la pasión de Rodrigo
Peñalba, Director de la Escuela de Bellas Artes.
El martes 12, a las ocho de la noche, mi
señora y yo, como centenares de personas, asistimos al acto inaugural al acto
inaugural de la Exposición Anual de Pintura y Escultura de la Escuela Nacional
de Bellas Artes, que dirige el insigne pintor y maestro consagrado D. Rodrigo
Peñalba.
Había allí, en la inauguración,
diplomáticos, aficionados al arte, intelectuales, periodistas, algunos
profesionales liberales, pero, sobre todo, gente del pueblo. Lamentablemente,
no vimos en la inauguración –que debiera ser una solemnidad—, ni a los
ministros ni a otros altos funcionarios y autoridades del Estado, no porque
éstos pudieran honra la inauguración, sino porque debieran honrarse con ella.
Yo no había vuelto a ver pintura
nicaragüense –por estar, una veces, fuera del país, y, otras, por causas
diferentes—, desde hacía algunos años, mis críticas de aquel tiempo, y mi
frecuente contacto con, los ahora valiosos exponentes de nuestras artes
plásticas, Armando Morales, Francisco Saravia (Fernando), Guillermo Rivas
Navas, Omar de León, Francisco Pérez Carrillo, César Caracas, y, ante todo, el
propio Profesor Peñalba.
Mi primer contacto nuevo con la nueva
pintura nacional, había sido hasta ahora tan ligero como esporádico. Pero, eso
sí, debo advertir que siempre he encontrado en nuestro pintores, no el cuidado
de buscar afanosamente el sostén de su personalidad pictórica, sino a artistas
en ciernes, o a artistas auténticos, a quienes he aprendido a estimar como
hombres, y a admirar por lo que llevan dentro, viva y latente: su personal
delicadeza, su individual sutilidad, para dotar de alma a la perezosa ninfa de
nuestro Arte Nacional, a fin de transformar progresivamente su rostro y darle
las proporciones de una verdadera diosa nicaragüense.
COSECHA ABUNDOSA DE UNA ESCUELA VERDADERA
He aquí, pues, cómo, manejando los
materiales nuevos y teniendo a la mano la regla y el compás –sin los cuales
ninguna obra se alza—, los dos primero constructores, Rodrigo Peñalba y
Francisco Saravia, nos dan para regocijo de todos, en la XV Exposición Nacional
de Pintura y Escultura, algo que es un joven conjunto humano, dedicado a crear,
con su impulso colectivo, un ambiente propio y a engrandecer el ideal
artístico, con una sobriedad que desde ya asombra al espectador que ahonda en
el secreto de la originalidad.
Rodrigo Peñalba, ha sido discutido y hasta
vilipendiado como Director de la Escuela de Bellas Artes. Como pintor, como
artista, ¡no! Tal vez podría reprochársele un poco la negligencia de los
últimos tiempos, y el abandono de su personal y revolucionaria obra creadora.
Pero, creemos que tiene justificación este silencio de quién ha logrado en su
arte una síntesis admirable, un mestizaje que conjuga y compenetra lo clásico y
tradicional de Europa, con el hibridismo exuberante de la América
indo-hispánica.
Como Director, como Maestro de la Escuela
de Bellas Artes, repetimos, Peñalba ha sido escarnecido y vilipendiado. Y, sin
embargo, esta XV Exposición está demostrando que, mientras en sus detractores
la acusación es inestabilidad, en él hay un artista de gran talla que se ha
enfrentado al magisterio con pasión espiritual y heroica, debido a lo cual está
obteniendo un éxito sin ambajes (sic) que corona su labor.
Fuera de discusión el hombre –artista o
maestro—, no queda sino la cosecha abundosa, la obra ¡y cómo! sólida y sincera,
honrado fruto de una vida honrada, y cuya trayectoria y perspectiva merece
honrarse mucho más que honorificarse.
Hay que conceder que el paso de la Primera
Exposición a esta XV colectiva, es arduo y largo. Va mucho trecho de la una a
la otra. Media entre ambas, no una diferencia de sensibilidad, sino de
categoría de ate, que nos coloca a la cabeza de Centro América y en uno de los
primeros lugares del Continente. Ya podemos hablar de la Escuela Nicaragüense
de Pintura, o, si se quiere mejor, de un fervoroso renacer para la pintura, ya
en las modalidades de las nuevas escuelas, como también dentro de las
características de la edad en la que vivimos.
Y es grato afirmar que existen
temperamentos que gustan de consagrarse al arte, que buscan en él refugio para
el espíritu y nos dispensan la gracia de interpretar los motivos de la belleza,
llevando a sus obras, el movimiento y la luz, la expresión vital, las
concepciones reales o los toques simbólicos en los que se resuelve el
pensamiento de algunas escuelas pictóricas.
AUTORES Y OBRAS EXPUESTAS
En la XV Exposición de Pintura y Escultura
y Cerámica de la Escuela de Bellas Artes, hay decenas y decenas de lienzos y
esculturas, tanto en la esquina suroeste del Parque Central, como en el
interior de la propia Escuela. En ellos, varían los temas totalmente; varían
asombrosamente los aspectos exteriores; varían los mundos plásticamente
expresados. Pero no varía el estilo de la Escuela, adivinándose que a nuestros
jóvenes pintores les brota del fondo la personalidad que le da a la nuestra el
carácter de una Escuela verdadera, eminentemente original, que no cesa de
cumplir en su evolución del espíritu toda una obra expresiva de angustias,
alegrías, tormentos, fracasos, desarreglos íntimos, obsesiones y liberaciones.
El tiempo que vivimos, es una transición
hacia un mundo más o menos próximo, donde arte y sociedad habrán de conjugarse,
lográndose que los artistas sean merecedores de su público, y que el público
abra los ojos sobre su propio destino.
Pongamos, pues, atención a lo que la Escuela de Bellas Artes está realizando, no con “chicos bien”, no con hombres de elevada cultura, no con muchachos eminentemente sociables, sino con verdaderos elementos de expresión popular, que, a través del lienzo, y en base a una fecunda inspiración, no están revelando lo que hay de más auténtico entre nosotros, lo que hay de más real en nuestro propio mundo: una percepción humana y universal, que se adelante, en mucho, a la Música, la Literatura y demás ramas de las Bellas Artes.
Entremos, en consecuencia, a presentar a
los jóvenes que exponen en esta XV Exposición Anual, sus cuadros, esculturas y
cerámicas, en forma individual y distinta, y que nos hacen pensar, con
justificado optimismo, en un gran propósito de arte: la creación de un estilo
que hable la lengua de lo universal, sin dejar de ser nicaragüense. Ellos son:
LUIS URBINA, 24 años de edad y 5 años de
estudio en la Escuela de Bellas Artes. Es oriundo de Managua, cultiva tanto la
tendencia concreta como la abstracta, esculpe tanto como pinta, pero, según
confesión propia, tiene preferencia por la pintura. Ha expuesto en el Museo de
Arte de la Universidad de Kansas, y es becado.
LEONCIO SÁENZ, de 25 años de edad y 8 años
de estudio en Bellas Artes. Nació en el Valle de Paxila, Departamento de
Matagalpa. Cultiva ambas tendencia y se
dedica por igual a la Pintura, la Escultura y el Dibujo. Ha expuesto en la
Bienal de México y en la Feria de Primavera de Guatemala, en 1958. Ha enviado,
recientemente, 3 dibujos al Museo de Arte de la Universidad de Kansas, y otros
3 al Instituto de Cultura Hispánica, en Madrid. Sus pintores favoritos, son:
Paul Klee, Tamayo y Morales; los escultores que prefiere, Moore y Brancussi. Su
obra, tan promisoria, es múltiple y desigual, debido precisamente a esa
actividad desplegada de manera incansable en varios sectores. Sus compañeros le
llaman el “decano y paladín de la Escuela” en su actual estado. También es
becado.
ARNOLDO GUILLÉN, de 21 años de edad y 7
años de estudio en la Escuela. Nacido en Ometepe, cultiva tanto la tendencia
naturalista como la abstracta. Sin embargo, en lo que podría llamarse su
experimentalismo, reacciona por voluntad propia hacia la abstracción, siendo
digno de mención el hecho de que su espíritu de creación, somete todos sus
cuadros a las leyes del color. También es becado.
ORLANDO SOBALVARRO, tiene 21 años de edad,
y 5 de estar en la Escuela como estudiante de artes plásticas. Nacido en La
Libertad, Chontales, es digno de mencionar su amplitud de criterio y un
constante anhelo de superación, que lo ha llevado desde barredor de la Escuela
hasta el de alumno aventajado, que cultiva todas las técnicas siguiendo la
corriente de tendencias diversas. Tanto en Pintura como en Escultura, predomina
su inclinación al abstracto. Es, igualmente, becado.
DINO ARANDA, de 18 años de edad, tiene como
Miranda 6 años de estudiar en la Escuela. Nacido en Managua, es un pintor que
nos recuerda a los artistas de Bardizón, pues, como ellos, se ha dedicado, con
dedicación absoluta y absorbente, al paisaje que es el tema fundamental de sus
cuadros. Aranda sigue la escuela impresionista, y su pintor favorito es Van
Gogh. Su cuadro de las Botellas, ha sido muy admirado y comentado. No es
becado.
LEONEL VANEGAS, tiene 20 años de edad, y
apenas 2 años de estudio. Nacido en Managua, se ha consagrado casi enteramente
al cultivo de la tendencia impresionista, distinguiéndose por su inteligencia,
perseverancia, generosidad e inigualada resistencia de trabajo.
SERGIO DÁVILA, tiene 17 años de edad, y 2
años de estudio. Nacido en Managua, tiene también preferencia por la tendencia
impresionista.
GENARO LUGO, de 26 años de edad, tiene 2
años de estudiar en la Escuela. Nacido en Managua, se ha revelado como un
magnífico dibujante y un pintor que, como Aranda, se consagra a estudiar y
pintar el mismo tema bajo la luz cambiante, sorprendiendo los múltiples
aspectos de su expresión plástica de nuestros paisajes, con tendencia
expresionista. Al público asistente a la Exposición, la ha subyugado la técnica
de sus cuadros abstractos, que ejecuta extrañamente con variados acetatos.
EDMUNDO MARTÍNEZ, con 18 años de edad y 4
de estudio en la Escuela, nació en Managua, y es, esencialmente, un cultor de
la tendencia naturalista.
FEDERICO KRAUDY, nacido en Managua, tiene
22 años de edad y 2 años de estudiar en la Escuela. Como Montenegro, Aranda,
Lugo y otros, se inclina devotamente por el paisaje.
GLORIA ZELAYA y AURA LILA CÉSPEDES, merecen
mención especial, por ser las principales expositoras de obras cerámicas.
En suma, la XV Exposición de Bellas Artes, es una cosecha abundosa, de una verdadera Escuela. Podemos decir, que a una misma persona bien pueden no gustarle todas las telas y piezas de esculturas expuestas. Sin embargo, siempre quedará grabada en su conciencia una verdad: la obra de conjunto, el tesón colectivo, que se traduce en un arte serio y múltiple, optimista y gravemente triste, pero con un dominio de la técnica, que seduce y lo coloca en su verdadera valorización.
Es esa, una obra reivindicativa y
reivindicadora de la Escuela, que nos indica que hay allí auténticos escultores
y pintores, no hombres dedicados a pintar y esculpir, como podrían consagrar su
actividad a cualquier otra. Y se trata, no sólo de pintores más o menos hábiles
en su oficio, sino de artistas, dedicados a cultivar el arte y a cultivar el
espíritu.
En esa vasta asamblea de telas, en las
cuales se ha invertido tanto tiempo, tantos colores, tantos afanes, así como tanta eficacia y un interés tan
interesado, no he querido señalar nombres con discriminatoria especialidad.
Y no lo hago, porque todos valen. Ninguna
merece la condena que lo lleve al naufragio, sino el estímulo que lo eleve en
redención cultural de la Patria. No hay un solo cuadro que no valga la pena de
ser mirado y admirado; de uno a otro, vemos la afirmación misma del arte. Y,
sinceramente lo digo, no estoy tratan de ser indulgente, ni de sentar cátedra
de bondad con mi expresión de justicia, porque, en función espiritual, yo sigo el axioma
evangélico: “Sé frío o caliente, porque si no fueras nada más que tibio, te
vomitaría de mi boca”.
CONCLUSIONES
Esta Sección Dominical de NOVEDADES, por mi
medio, ha querido que la obra que lleva a cabo la Escuela de Bellas Artes no
siga oculta, no prosiga permaneciendo ignorada. Esto no es justo. Y no hay
razón para que así sea.
En Nicaragua, está en marcha un nuevo
período cultural, un nuevo ciclo artístico, que se desenvuelve, con respecto a
las Letras y la Música, en un plano total de independencia. Esto no implica,
sin embargo, ni la existencia de un “estilo nicaragüense”, ni la general
aceptación, por parte del gran público, de las nuevas formas que caracterizan
la obra de esta generación que encabeza Leoncio Sáenz, bajo el magisterio de
Rodrigo Peñalba y Francisco Saravia. Lo primero, porque la concreción artística
que se llama un estilo requiere como base una unidad espiritual, en consensus
de vida que ni en Nicaragua, ni en parte alguna del mundo, podemos encontrar
actualmente.
En cuanto a la aceptación por el gran
público de las nuevas tendencias, de las nuevas formas pictóricas, --que
difieren, radicalmente por ejemplo, de las de una Alonso Rochi, tan alejado,
por cierto, de ser un logro como pintor y como artista--, se da aquí, como en
todas partes, el hecho de la incomprensión general, repulsa a veces que llega
hasta la burla, porque todo, en la existencia cotidiana está sujeto a figuras y
pasiones humanas.
Esa actitud ante el arte –que trae
aparejada la impopularidad de muchas de sus manifestaciones actuales— se
observa en nuestro país, quizá más agudizada por la insipiencia de nuestro
ambiente artístico y su radio de acción más reducido.
Sin embargo, nos queda un consuelo. Es la
convicción íntima de que el público no ama más que lo tradicional, es decir,
que no aprecia más que las sorpresas cuyos desenlaces conoce anticipadamente.
Así, hemos visto como Cervantes ha sido justipreciado hasta siglos después, y
cómo Van Gogh ha sido exaltado hasta en plena vigencia del cubismo.
Sea como fuere, queremos que se preste
atención a la continuidad de determinadas obras o se repare en la flor de los
temperamentos que se revelan en la XV Exposición de Bellas Artes, por lo que
ofrece con placer esta gama de colores, esta armonía de luces, en el paisaje,
en el retrato, en el estudio, en el dibujo; en el óleo, en el pastel, etc. Si
la iniciativa es nuestra, la obra positiva es del Director de Escuela, los
Maestros, y los alumnos, que en este fin de año escolar, están ofreciéndonos un
regalo espiritual a quienes somos devotos del arte, y que sabemos que la
consagración de un artista no es siquiera equivalente a la graduación de un
bachiller o de un mecanógrafo.
Con sentimiento patrio, válganos para
cerrar estos apuntes, las palabras del crítico español González Robles: “Yo
divido las Escuelas de Bellas Artes entre categorías: 1) las que hay que quemar
la escuela; 2) las que hay que quemar al Director; 3) las que hay que quemar la
escuela y el director. Pero la Escuela de Bellas Artes de Nicaragua, es la
primera que yo no quemaría, porque todo en ella es armonía y ascensión
continua”.
SALVADOR LACAYO
Managua, Febrero 16, 1963.
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