lunes, 21 de julio de 2014

NICARAGUA A LA CABEZA DE CENTROAMÉRICA EN EL DOMINIO DE LAS ARTES PLÁSTICAS. Por: Salvador Lacayo. En: Suplemento Dominical de Novedades, 17 de febrero de 1963. Fotografías: Francisco Cano


Al término de 15 años, nuestro país recoge una cosecha abundosa, de una escuela verdadera, gracias a la pasión de Rodrigo Peñalba, Director de la Escuela de Bellas Artes.

El martes 12, a las ocho de la noche, mi señora y yo, como centenares de personas, asistimos al acto inaugural al acto inaugural de la Exposición Anual de Pintura y Escultura de la Escuela Nacional de Bellas Artes, que dirige el insigne pintor y maestro consagrado D. Rodrigo Peñalba.

Había allí, en la inauguración, diplomáticos, aficionados al arte, intelectuales, periodistas, algunos profesionales liberales, pero, sobre todo, gente del pueblo. Lamentablemente, no vimos en la inauguración –que debiera ser una solemnidad—, ni a los ministros ni a otros altos funcionarios y autoridades del Estado, no porque éstos pudieran honra la inauguración, sino porque debieran honrarse con ella.

Yo no había vuelto a ver pintura nicaragüense –por estar, una veces, fuera del país, y, otras, por causas diferentes—, desde hacía algunos años, mis críticas de aquel tiempo, y mi frecuente contacto con, los ahora valiosos exponentes de nuestras artes plásticas, Armando Morales, Francisco Saravia (Fernando), Guillermo Rivas Navas, Omar de León, Francisco Pérez Carrillo, César Caracas, y, ante todo, el propio Profesor Peñalba.

Mi primer contacto nuevo con la nueva pintura nacional, había sido hasta ahora tan ligero como esporádico. Pero, eso sí, debo advertir que siempre he encontrado en nuestro pintores, no el cuidado de buscar afanosamente el sostén de su personalidad pictórica, sino a artistas en ciernes, o a artistas auténticos, a quienes he aprendido a estimar como hombres, y a admirar por lo que llevan dentro, viva y latente: su personal delicadeza, su individual sutilidad, para dotar de alma a la perezosa ninfa de nuestro Arte Nacional, a fin de transformar progresivamente su rostro y darle las proporciones de una verdadera diosa nicaragüense.

COSECHA ABUNDOSA DE UNA ESCUELA VERDADERA

He aquí, pues, cómo, manejando los materiales nuevos y teniendo a la mano la regla y el compás –sin los cuales ninguna obra se alza—, los dos primero constructores, Rodrigo Peñalba y Francisco Saravia, nos dan para regocijo de todos, en la XV Exposición Nacional de Pintura y Escultura, algo que es un joven conjunto humano, dedicado a crear, con su impulso colectivo, un ambiente propio y a engrandecer el ideal artístico, con una sobriedad que desde ya asombra al espectador que ahonda en el secreto de la originalidad.

Rodrigo Peñalba, ha sido discutido y hasta vilipendiado como Director de la Escuela de Bellas Artes. Como pintor, como artista, ¡no! Tal vez podría reprochársele un poco la negligencia de los últimos tiempos, y el abandono de su personal y revolucionaria obra creadora. Pero, creemos que tiene justificación este silencio de quién ha logrado en su arte una síntesis admirable, un mestizaje que conjuga y compenetra lo clásico y tradicional de Europa, con el hibridismo exuberante de la América indo-hispánica.

Como Director, como Maestro de la Escuela de Bellas Artes, repetimos, Peñalba ha sido escarnecido y vilipendiado. Y, sin embargo, esta XV Exposición está demostrando que, mientras en sus detractores la acusación es inestabilidad, en él hay un artista de gran talla que se ha enfrentado al magisterio con pasión espiritual y heroica, debido a lo cual está obteniendo un éxito sin ambajes (sic) que corona su labor.

Fuera de discusión el hombre –artista o maestro—, no queda sino la cosecha abundosa, la obra ¡y cómo! sólida y sincera, honrado fruto de una vida honrada, y cuya trayectoria y perspectiva merece honrarse mucho más que honorificarse.

Hay que conceder que el paso de la Primera Exposición a esta XV colectiva, es arduo y largo. Va mucho trecho de la una a la otra. Media entre ambas, no una diferencia de sensibilidad, sino de categoría de ate, que nos coloca a la cabeza de Centro América y en uno de los primeros lugares del Continente. Ya podemos hablar de la Escuela Nicaragüense de Pintura, o, si se quiere mejor, de un fervoroso renacer para la pintura, ya en las modalidades de las nuevas escuelas, como también dentro de las características de la edad en la que vivimos.

Y es grato afirmar que existen temperamentos que gustan de consagrarse al arte, que buscan en él refugio para el espíritu y nos dispensan la gracia de interpretar los motivos de la belleza, llevando a sus obras, el movimiento y la luz, la expresión vital, las concepciones reales o los toques simbólicos en los que se resuelve el pensamiento de algunas escuelas pictóricas.

AUTORES Y OBRAS EXPUESTAS

En la XV Exposición de Pintura y Escultura y Cerámica de la Escuela de Bellas Artes, hay decenas y decenas de lienzos y esculturas, tanto en la esquina suroeste del Parque Central, como en el interior de la propia Escuela. En ellos, varían los temas totalmente; varían asombrosamente los aspectos exteriores; varían los mundos plásticamente expresados. Pero no varía el estilo de la Escuela, adivinándose que a nuestros jóvenes pintores les brota del fondo la personalidad que le da a la nuestra el carácter de una Escuela verdadera, eminentemente original, que no cesa de cumplir en su evolución del espíritu toda una obra expresiva de angustias, alegrías, tormentos, fracasos, desarreglos íntimos, obsesiones y liberaciones.

El tiempo que vivimos, es una transición hacia un mundo más o menos próximo, donde arte y sociedad habrán de conjugarse, lográndose que los artistas sean merecedores de su público, y que el público abra los ojos sobre su propio destino.

Pongamos, pues, atención a lo que la Escuela de Bellas Artes está realizando, no con “chicos bien”, no con hombres de elevada cultura, no con muchachos eminentemente sociables, sino con verdaderos elementos de expresión popular, que, a través del lienzo, y en base a una fecunda inspiración, no están revelando lo que hay de más auténtico entre nosotros, lo que hay de más real en nuestro propio mundo: una percepción humana y universal, que se adelante, en mucho, a la Música, la Literatura y demás ramas de las Bellas Artes.

Entremos, en consecuencia, a presentar a los jóvenes que exponen en esta XV Exposición Anual, sus cuadros, esculturas y cerámicas, en forma individual y distinta, y que nos hacen pensar, con justificado optimismo, en un gran propósito de arte: la creación de un estilo que hable la lengua de lo universal, sin dejar de ser nicaragüense. Ellos son:


LUIS URBINA, 24 años de edad y 5 años de estudio en la Escuela de Bellas Artes. Es oriundo de Managua, cultiva tanto la tendencia concreta como la abstracta, esculpe tanto como pinta, pero, según confesión propia, tiene preferencia por la pintura. Ha expuesto en el Museo de Arte de la Universidad de Kansas, y es becado.


LEONCIO SÁENZ, de 25 años de edad y 8 años de estudio en Bellas Artes. Nació en el Valle de Paxila, Departamento de Matagalpa. Cultiva ambas tendencia y  se dedica por igual a la Pintura, la Escultura y el Dibujo. Ha expuesto en la Bienal de México y en la Feria de Primavera de Guatemala, en 1958. Ha enviado, recientemente, 3 dibujos al Museo de Arte de la Universidad de Kansas, y otros 3 al Instituto de Cultura Hispánica, en Madrid. Sus pintores favoritos, son: Paul Klee, Tamayo y Morales; los escultores que prefiere, Moore y Brancussi. Su obra, tan promisoria, es múltiple y desigual, debido precisamente a esa actividad desplegada de manera incansable en varios sectores. Sus compañeros le llaman el “decano y paladín de la Escuela” en su actual estado. También es becado.


ARNOLDO GUILLÉN, de 21 años de edad y 7 años de estudio en la Escuela. Nacido en Ometepe, cultiva tanto la tendencia naturalista como la abstracta. Sin embargo, en lo que podría llamarse su experimentalismo, reacciona por voluntad propia hacia la abstracción, siendo digno de mención el hecho de que su espíritu de creación, somete todos sus cuadros a las leyes del color. También es becado.


ORLANDO SOBALVARRO, tiene 21 años de edad, y 5 de estar en la Escuela como estudiante de artes plásticas. Nacido en La Libertad, Chontales, es digno de mencionar su amplitud de criterio y un constante anhelo de superación, que lo ha llevado desde barredor de la Escuela hasta el de alumno aventajado, que cultiva todas las técnicas siguiendo la corriente de tendencias diversas. Tanto en Pintura como en Escultura, predomina su inclinación al abstracto. Es, igualmente, becado.

DINO ARANDA, de 18 años de edad, tiene como Miranda 6 años de estudiar en la Escuela. Nacido en Managua, es un pintor que nos recuerda a los artistas de Bardizón, pues, como ellos, se ha dedicado, con dedicación absoluta y absorbente, al paisaje que es el tema fundamental de sus cuadros. Aranda sigue la escuela impresionista, y su pintor favorito es Van Gogh. Su cuadro de las Botellas, ha sido muy admirado y comentado. No es becado.


LEONEL VANEGAS, tiene 20 años de edad, y apenas 2 años de estudio. Nacido en Managua, se ha consagrado casi enteramente al cultivo de la tendencia impresionista, distinguiéndose por su inteligencia, perseverancia, generosidad e inigualada resistencia de trabajo.

SERGIO DÁVILA, tiene 17 años de edad, y 2 años de estudio. Nacido en Managua, tiene también preferencia por la tendencia impresionista.

GENARO LUGO, de 26 años de edad, tiene 2 años de estudiar en la Escuela. Nacido en Managua, se ha revelado como un magnífico dibujante y un pintor que, como Aranda, se consagra a estudiar y pintar el mismo tema bajo la luz cambiante, sorprendiendo los múltiples aspectos de su expresión plástica de nuestros paisajes, con tendencia expresionista. Al público asistente a la Exposición, la ha subyugado la técnica de sus cuadros abstractos, que ejecuta extrañamente con variados acetatos.

EDMUNDO MARTÍNEZ, con 18 años de edad y 4 de estudio en la Escuela, nació en Managua, y es, esencialmente, un cultor de la tendencia naturalista.

FEDERICO KRAUDY, nacido en Managua, tiene 22 años de edad y 2 años de estudiar en la Escuela. Como Montenegro, Aranda, Lugo y otros, se inclina devotamente por el paisaje.

GLORIA ZELAYA y AURA LILA CÉSPEDES, merecen mención especial, por ser las principales expositoras de obras cerámicas.

En suma, la XV Exposición de Bellas Artes, es una cosecha abundosa, de una verdadera Escuela. Podemos decir, que a una misma persona bien pueden no gustarle todas las telas y piezas de esculturas expuestas. Sin embargo, siempre quedará grabada en su conciencia una verdad: la obra de conjunto, el tesón colectivo, que se traduce en un arte serio y múltiple, optimista y gravemente triste, pero con un dominio de la técnica, que seduce y lo coloca en su verdadera valorización.

Es esa, una obra reivindicativa y reivindicadora de la Escuela, que nos indica que hay allí auténticos escultores y pintores, no hombres dedicados a pintar y esculpir, como podrían consagrar su actividad a cualquier otra. Y se trata, no sólo de pintores más o menos hábiles en su oficio, sino de artistas, dedicados a cultivar el arte y a cultivar el espíritu.

En esa vasta asamblea de telas, en las cuales se ha invertido tanto tiempo, tantos colores, tantos afanes,  así como tanta eficacia y un interés tan interesado, no he querido señalar nombres con discriminatoria especialidad.

Y no lo hago, porque todos valen. Ninguna merece la condena que lo lleve al naufragio, sino el estímulo que lo eleve en redención cultural de la Patria. No hay un solo cuadro que no valga la pena de ser mirado y admirado; de uno a otro, vemos la afirmación misma del arte. Y, sinceramente lo digo, no estoy tratan de ser indulgente, ni de sentar cátedra de bondad con mi expresión de justicia, porque, en  función espiritual, yo sigo el axioma evangélico: “Sé frío o caliente, porque si no fueras nada más que tibio, te vomitaría de mi boca”.
CONCLUSIONES

Esta Sección Dominical de NOVEDADES, por mi medio, ha querido que la obra que lleva a cabo la Escuela de Bellas Artes no siga oculta, no prosiga permaneciendo ignorada. Esto no es justo. Y no hay razón para que así sea.

En Nicaragua, está en marcha un nuevo período cultural, un nuevo ciclo artístico, que se desenvuelve, con respecto a las Letras y la Música, en un plano total de independencia. Esto no implica, sin embargo, ni la existencia de un “estilo nicaragüense”, ni la general aceptación, por parte del gran público, de las nuevas formas que caracterizan la obra de esta generación que encabeza Leoncio Sáenz, bajo el magisterio de Rodrigo Peñalba y Francisco Saravia. Lo primero, porque la concreción artística que se llama un estilo requiere como base una unidad espiritual, en consensus de vida que ni en Nicaragua, ni en parte alguna del mundo, podemos encontrar actualmente.

En cuanto a la aceptación por el gran público de las nuevas tendencias, de las nuevas formas pictóricas, --que difieren, radicalmente por ejemplo, de las de una Alonso Rochi, tan alejado, por cierto, de ser un logro como pintor y como artista--, se da aquí, como en todas partes, el hecho de la incomprensión general, repulsa a veces que llega hasta la burla, porque todo, en la existencia cotidiana está sujeto a figuras y pasiones humanas.

Esa actitud ante el arte –que trae aparejada la impopularidad de muchas de sus manifestaciones actuales— se observa en nuestro país, quizá más agudizada por la insipiencia de nuestro ambiente artístico y su radio de acción más reducido.

Sin embargo, nos queda un consuelo. Es la convicción íntima de que el público no ama más que lo tradicional, es decir, que no aprecia más que las sorpresas cuyos desenlaces conoce anticipadamente. Así, hemos visto como Cervantes ha sido justipreciado hasta siglos después, y cómo Van Gogh ha sido exaltado hasta en plena vigencia del cubismo.

Sea como fuere, queremos que se preste atención a la continuidad de determinadas obras o se repare en la flor de los temperamentos que se revelan en la XV Exposición de Bellas Artes, por lo que ofrece con placer esta gama de colores, esta armonía de luces, en el paisaje, en el retrato, en el estudio, en el dibujo; en el óleo, en el pastel, etc. Si la iniciativa es nuestra, la obra positiva es del Director de Escuela, los Maestros, y los alumnos, que en este fin de año escolar, están ofreciéndonos un regalo espiritual a quienes somos devotos del arte, y que sabemos que la consagración de un artista no es siquiera equivalente a la graduación de un bachiller o de un mecanógrafo.

Con sentimiento patrio, válganos para cerrar estos apuntes, las palabras del crítico español González Robles: “Yo divido las Escuelas de Bellas Artes entre categorías: 1) las que hay que quemar la escuela; 2) las que hay que quemar al Director; 3) las que hay que quemar la escuela y el director. Pero la Escuela de Bellas Artes de Nicaragua, es la primera que yo no quemaría, porque todo en ella es armonía y ascensión continua”. 

SALVADOR LACAYO
Managua, Febrero 16, 1963. 

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