El año pasado no se dijo nada del certamen
de plática.
Quiero decir nada de frente pues los
comentarios por la espalda corrieron y sobraron. Entonces se mencionaron, entre
otras delicias, el asunto de los premios regalados, de los premios inventados,
de los conectes oficiales, de los favoritismos del jurado, de los premios
sabidos de antemano, etcétera, etcétera.
Además de estos valiosos juicios traperos
se calumnió a todos y cada uno de los ganadores, incluida vida sexual, claro
está. Por supuesto que nada se habló sobre la calidad de la obra, o sobre la
situación de crisis y estancamiento que vive nuestra plástica. Esos son asuntos
que nos involucran a todos y entonces mejor ni mencionarlos. Es más cómodo y no
hiere nuestro orgullo personal. La provincia es provincia con sus héroes
anacrónicos, pero respetables, con los seguidores de los héroes, panegíricos
incluidos, con su arte oficial consagrado y condecorado por glorias históricas,
como diría mi amiga Sush.
En esa situación, a la cual se suma la
ridícula de que diez años no son suficientes para hacer una evaluación, un
diagnóstico de nuestra plástica, salir haciendo críticas de frente o comentarios
atrevidos está “fuera de lugar”. ¿Quién puede hacerlos? ¿Quién tiene el derecho
de criticar? Pues sino es para avalar y ensalzar, mejor que se callen todos. ¿Y
quiénes son esos “culitos cagados” que se atreven a abrir el pico en contra de
nuestras leyendas consagradas, en contra de nuestra plástica, la mejor de
Centro América en los años 60?
Hablar críticamente de la plástica o de
cualquier manifestación artística, es estar contra el gremio, es estar detrás
de las faldas de la Chayo. Oficializado pero de otra forma. Así que lo ideal
sería avalar lo anacrónico, el estancamiento, la falta de oxígeno, el
nacionalismo chauvinista y etc., etc.
Pero no hay nel y aún de goma, Donaldo, se
puede ver lo mediocre y sin valor. Así que aquí me voy … aah, de nuevo. No
contra el gremio. Pues el gremio es el gremio y es justamente hasta ahora que
comienza a ser gremio. Antes estaba oficializado, a la “sombra de la Chayo”,
como diría Róger. Antes era diferente la cosa
y los señalamientos era justamente los que criticaban a la
ASTC-UNAP, o los que se atrevían a hacer
cosas por aparte, como aquella exposición de artistas jóvenes que organizamos
Kanton y yo en Credomatic, y por la cual no tildaron de mercenarios del arte, y
nos acusaron de haberlos engañado en la misa de “yo pecador” que rezaron los
artistas, delante precisamente de la Rosario y Luis Morales. Son cosas que se
olvidan fácilmente, pero en fin. A lo que iba es que no estoy en contra del
gremio pero tampoco soy ciego, a pesar de la nube.
Suficiente “introito” diría la Berenice,
así que sigamos, y lleguemos al noveno certamen. Al de ahora. Y lo hago
pues ya comenzaron las malas avichuchas a hacer comentarios de pasillos, a
verter sus venenos contra los ganadores, a desatar el brillo de la envidia en
sus ojillos generalmente opacos.
Después de la justificación del “introito”,
le subo el volumen a la CFS-W600 y Dylan, el rival perfecto, comienza a
desgarrarse con Congratulations. Y está bien pues realmente creo que hay que
congratularnos por este certamen. NO es que sea la gran maravilla. Estamos
lejos de eso. Prevalece aún lo mediocre y pobre. Lo tradicional, concéntrico y
repetitivo, pero ojo, hay un par de sorpresas agradables y prometedoras.
Los que esperan que comience a alabar los
premios, se equivocan, y los que esperan lo contrario también. Que cada quien
diga lo quiera y ojalá que no sólo sea en las mesas de tragos. Los premios
están bien y están mal. Algunos definitivamente son merecidos y otros
sencillamente inexplicables.
Pero una cosa es interesante y
significativa de la premiación. En su gran mayoría los premios fueron merecidos
por artistas de la nueva generación. El mismo “Rodrigo Peñalba” que
tradicionalmente está “asignado de antemano” a algún miembro de Praxis, como
reconocimiento histórico-anacrónico-político, fue esta vez ganado por un,
quiero decir una joven pintora. Igual el “Vanegas”, y el premio de escultura y
el de instalaciones, y el de dibujo. O sea que el jurado supo ver que el
destino de nuestra plástica está básicamente en las manos de los artistas
jóvenes. Y esto no es restar méritos a quien ya los tiene. Eso sería estúpido.
Pero hay estar claros; la mayoría de nuestros “viejos” están cocinando el mismo
gallo pinto desde hace 25 años. Que le echen un poquito de chile y que acepten este
reto. De nuevo nos veremos las caras todos en el próximo certamen. Y ojalá que no se duerman en estos laureles
pasajeros los ganadores, no vaya a ser que se aparezcan con la misma ensalada
el próximo año. Para mí realmente fue reconfortante el papel jugado por los
miembros del jurado. Ver nuevas caras, estimular nuevos valores, requiere por
su valor y decisión. Y esta vez el jurado lo tuvo.
Por otro lado, habrá que señalar otro
factor importante que se dio en ese noveno certamen. Me refiero a la presencia
de la escultura. Pareciese que al fin nuestra plástica comienza a
diversificarse. Y no es que las esculturas
presentadas estuvieran todas buenas, al contrario, pero ejercieron
presión y si se continúa con este trabajo, en un par de años más podremos, tal
vez, tener una escuela importante de escultura. Habrá que señalar acá el papel
de los compañeros de Granada que fueron
en su mayoría quienes trabajaron en esta disciplina. ¡Ojalá que no se les caiga
la tea!
La otra cuestión significativa fue el asunto
de las instalaciones. A pesar de la pobreza general de calidad de las mismas,
el hecho de incursionar en este campo conceptual ya es valedero. El problema,
como siempre, es la impresión de facilismo que las mismas producen en la
mayoría de la gente: “Yo puedo hacer eso”.
Fue el comentario más generalizado que yo
pude oír. Pero al igual que la escultura ya existe presencia de la instalación
en nuestra plástica. Pequeñas insinuaciones de ruptura. Esperanzas o
madreculebras, sólo el tiempo nos dirá.
Por último, quería señalar una cosa más que
yo sentí en este certamen. Y es el sentimiento de cambio en algunos artistas
importantes de nuestra plástica. Es como si estuvieron aceptando el reto de
salirse de sus camisas de fuerza, de sus estilos relamidos y bien cotizados.
Probablemente me voy olvidar a alguien,
pero qué agradable fue ver las nueva propuestas de Óscar Rodríguez, tanto la
del certamen como la de la expo de Costa Rica; o ver los cuadros de Róger Pérez
de la Rocha y encontrar una fuerza nueva y vital en ellos; o la obra de David
Ocón encaminándose hacia rumbos menos decorativos y más sólidos. (Pero en el
caso de David, aún más que díptico del
certamen, me golpearon un par de cuadritos singulares que nos encontramos con
Sush en el Molejón. Una total libertad expresiva sumamente bien manejada. Ojalá
que los caballitos no dejen de beber agua y que los gallos no dejen de pelear
tan pronto).
Casanova con sus esmaltes; la María Gallo
con su gráfica, y eso que la pieza eliminada me pareció mucho más lograda que
la escogida; Castellón con sus pre-washed; Arthola con sus submundos y Juan
Bautista con su neo-gauganismo aportaron novedad y color a este certamen.
Pero otros siguieron presentando lo mismo
de siempre; café recalentado, muy amargo al paladar. Este fue el caso de la
sección de primitivismo que me pareció; en esta edición del certamen, sumamente
pobre y mal representada.
Para finalizar diré que muchos artistas no
participaron y realmente hicieron falta y, por otro lado, , muchos participaron
con cuadros expresamente hechos para ganar el “Peñalba” del certamen. Esto
último pasa siempre, no hay casi selección personal, y casi todos pintan para el certamen. Talvez
hay que eliminar los premios, aunque, ¿quién sabe? Mejor no.
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