domingo, 3 de agosto de 2014

EN TORNO AL CERTAMEN DE TURNO. Por: Raúl Quintanilla Armijo. En: Ventana, No. 397. Sábado, 22 de julio de 1989.


El año pasado no se dijo nada del certamen de plática.

Quiero decir nada de frente pues los comentarios por la espalda corrieron y sobraron. Entonces se mencionaron, entre otras delicias, el asunto de los premios regalados, de los premios inventados, de los conectes oficiales, de los favoritismos del jurado, de los premios sabidos de antemano, etcétera, etcétera.

Además de estos valiosos juicios traperos se calumnió a todos y cada uno de los ganadores, incluida vida sexual, claro está. Por supuesto que nada se habló sobre la calidad de la obra, o sobre la situación de crisis y estancamiento que vive nuestra plástica. Esos son asuntos que nos involucran a todos y entonces mejor ni mencionarlos. Es más cómodo y no hiere nuestro orgullo personal. La provincia es provincia con sus héroes anacrónicos, pero respetables, con los seguidores de los héroes, panegíricos incluidos, con su arte oficial consagrado y condecorado por glorias históricas, como diría mi amiga Sush.

En esa situación, a la cual se suma la ridícula de que diez años no son suficientes para hacer una evaluación, un diagnóstico de nuestra plástica, salir haciendo críticas de frente o comentarios atrevidos está “fuera de lugar”. ¿Quién puede hacerlos? ¿Quién tiene el derecho de criticar? Pues sino es para avalar y ensalzar, mejor que se callen todos. ¿Y quiénes son esos “culitos cagados” que se atreven a abrir el pico en contra de nuestras leyendas consagradas, en contra de nuestra plástica, la mejor de Centro América en los años 60?

Hablar críticamente de la plástica o de cualquier manifestación artística, es estar contra el gremio, es estar detrás de las faldas de la Chayo. Oficializado pero de otra forma. Así que lo ideal sería avalar lo anacrónico, el estancamiento, la falta de oxígeno, el nacionalismo chauvinista y etc., etc.

Pero no hay nel y aún de goma, Donaldo, se puede ver lo mediocre y sin valor. Así que aquí me voy … aah, de nuevo. No contra el gremio. Pues el gremio es el gremio y es justamente hasta ahora que comienza a ser gremio. Antes estaba oficializado, a la “sombra de la Chayo”, como diría Róger. Antes era diferente la cosa  y los señalamientos era justamente los que criticaban a la ASTC-UNAP,  o los que se atrevían a hacer cosas por aparte, como aquella exposición de artistas jóvenes que organizamos Kanton y yo en Credomatic, y por la cual no tildaron de mercenarios del arte, y nos acusaron de haberlos engañado en la misa de “yo pecador” que rezaron los artistas, delante precisamente de la Rosario y Luis Morales. Son cosas que se olvidan fácilmente, pero en fin. A lo que iba es que no estoy en contra del gremio pero tampoco soy ciego, a pesar de la nube.

Suficiente “introito” diría la Berenice, así que sigamos,  y lleguemos  al noveno certamen. Al de ahora. Y lo hago pues ya comenzaron las malas avichuchas a hacer comentarios de pasillos, a verter sus venenos contra los ganadores, a desatar el brillo de la envidia en sus ojillos generalmente opacos.

Después de la justificación del “introito”, le subo el volumen a la CFS-W600 y Dylan, el rival perfecto, comienza a desgarrarse con Congratulations. Y está bien pues realmente creo que hay que congratularnos por este certamen. NO es que sea la gran maravilla. Estamos lejos de eso. Prevalece aún lo mediocre y pobre. Lo tradicional, concéntrico y repetitivo, pero ojo, hay un par de sorpresas agradables y prometedoras.

Los que esperan que comience a alabar los premios, se equivocan, y los que esperan lo contrario también. Que cada quien diga lo quiera y ojalá que no sólo sea en las mesas de tragos. Los premios están bien y están mal. Algunos definitivamente son merecidos y otros sencillamente inexplicables.

Pero una cosa es interesante y significativa de la premiación. En su gran mayoría los premios fueron merecidos por artistas de la nueva generación. El mismo “Rodrigo Peñalba” que tradicionalmente está “asignado de antemano” a algún miembro de Praxis, como reconocimiento histórico-anacrónico-político, fue esta vez ganado por un, quiero decir una joven pintora. Igual el “Vanegas”, y el premio de escultura y el de instalaciones, y el de dibujo. O sea que el jurado supo ver que el destino de nuestra plástica está básicamente en las manos de los artistas jóvenes. Y esto no es restar méritos a quien ya los tiene. Eso sería estúpido. Pero hay estar claros; la mayoría de nuestros “viejos” están cocinando el mismo gallo pinto desde hace 25 años. Que le echen un poquito de chile y que acepten este reto. De nuevo nos veremos las caras todos en el próximo certamen. Y  ojalá que no se duerman en estos laureles pasajeros los ganadores, no vaya a ser que se aparezcan con la misma ensalada el próximo año. Para mí realmente fue reconfortante el papel jugado por los miembros del jurado. Ver nuevas caras, estimular nuevos valores, requiere por su valor y decisión. Y esta vez el jurado lo tuvo.

Por otro lado, habrá que señalar otro factor importante que se dio en ese noveno certamen. Me refiero a la presencia de la escultura. Pareciese que al fin nuestra plástica comienza a diversificarse. Y no es que las esculturas  presentadas estuvieran todas buenas, al contrario, pero ejercieron presión y si se continúa con este trabajo, en un par de años más podremos, tal vez, tener una escuela importante de escultura. Habrá que señalar acá el papel de los compañeros de Granada  que fueron en su mayoría quienes trabajaron en esta disciplina. ¡Ojalá que no se les caiga la tea!

La otra cuestión significativa fue el asunto de las instalaciones. A pesar de la pobreza general de calidad de las mismas, el hecho de incursionar en este campo conceptual ya es valedero. El problema, como siempre, es la impresión de facilismo que las mismas producen en la mayoría de la gente: “Yo puedo hacer eso”.

Fue el comentario más generalizado que yo pude oír. Pero al igual que la escultura ya existe presencia de la instalación en nuestra plástica. Pequeñas insinuaciones de ruptura. Esperanzas o madreculebras, sólo el tiempo nos dirá.

Por último, quería señalar una cosa más que yo sentí en este certamen. Y es el sentimiento de cambio en algunos artistas importantes de nuestra plástica. Es como si estuvieron aceptando el reto de salirse de sus camisas de fuerza, de sus estilos relamidos y bien cotizados.

Probablemente me voy olvidar a alguien, pero qué agradable fue ver las nueva propuestas de Óscar Rodríguez, tanto la del certamen como la de la expo de Costa Rica; o ver los cuadros de Róger Pérez de la Rocha y encontrar una fuerza nueva y vital en ellos; o la obra de David Ocón encaminándose hacia rumbos menos decorativos y más sólidos. (Pero en el caso de David, aún más que díptico  del certamen, me golpearon un par de cuadritos singulares que nos encontramos con Sush en el Molejón. Una total libertad expresiva sumamente bien manejada. Ojalá que los caballitos no dejen de beber agua y que los gallos no dejen de pelear tan pronto).

Casanova con sus esmaltes; la María Gallo con su gráfica, y eso que la pieza eliminada me pareció mucho más lograda que la escogida; Castellón con sus pre-washed; Arthola con sus submundos y Juan Bautista con su neo-gauganismo aportaron novedad  y color a este certamen.

Pero otros siguieron presentando lo mismo de siempre; café recalentado, muy amargo al paladar. Este fue el caso de la sección de primitivismo que me pareció; en esta edición del certamen, sumamente pobre y mal representada.


Para finalizar diré que muchos artistas no participaron y realmente hicieron falta y, por otro lado, , muchos participaron con cuadros expresamente hechos para ganar el “Peñalba” del certamen. Esto último pasa siempre, no hay casi selección personal, y  casi todos pintan para el certamen. Talvez hay que eliminar los premios, aunque, ¿quién sabe? Mejor no. 

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