A Ícaro porque hizo lo que quiso
Comienzo por aclarar el título. Hablo de
mediocridad en referencia a nuestros certámenes de artes plásticas y no en
referencia a la plástica nacional, ella
merece otros adjetivos. Aunque si consideramos los certámenes como la
culminación de los esfuerzos de un año de trabajo plástico estaríamos más que
jodidos. Pero dichosamente, aunque para muchos no esté claro, los certámenes y
la plástica no son la misma cosa. Ni siquiera son la culminación de nada. Son
más bien una especie de velada artística con premios en dólares y el
garantizado veneno de envidiosos y no ganadores.
Ahora bien, ¿por qué se ha venido dando
este fenómeno? Esta falta de prestigio que comienza a rodear nuestro certamen y
que en definitiva debería de preocuparnos seriamente. Personalmente creo que
hay varios factores involucrados. Primero un problema de actitud ante el
certamen mismo. Si bien es cierto que este es una competencia y que en
determinadas condiciones las competencias son sanas, nuestro certamen se ha
venido tornando cada con menos seriedad. Habrá que recordar que además de ser
esa esa especie de termómetro para medir el desarrollo y avance de nuestra
plástica, el certamen es también nuestro saludo al aniversario de la
Revolución. Un saludo que evidente y lógicamente deberíamos hacer con lo mejor de nuestra obra. ¿Pero qué
es lo que ocurre realmente? El certamen se ve cada vez más como una carrera de
todos en contra de todos, como un vulgar concurso casi a nivel de Séptimo
Libre. Todos quieren el premio, el Peñalba por supuesto. Y esto en si no
tendría nada de malo. El problema está o radica en que el premio no debe ser o
no debería de ser el fin único y absoluto, sino más bien debería ser visto como
un medio porque optar al mismo deberíamos de prepararnos de la manera más
despiadada posible, pero lamentablemente esto no es así. Por otro lado el
certamen como competencia debería de concebirse como la confrontación necesaria
y sana, estimulante y constructiva entre lo mejor de cada uno de nosotros. Sin
embargo, y aquí viene la dolorosa, la realidad es otra y muy distinta. Ni el
certamen exige lo mejor, y eso que en esta edición hubo dos secciones de
preselección, ni los artistas, y esto es lo más triste, no presentan lo mejor
de su obra. No obstante, el nivel de autocrítica es tan pobre o inexistente,
que aun así, sin mayores esfuerzos, pretendemos todos y cada uno, ganar el gran
premio Rodrigo Peñalba, y por supuesto
si no lo recibimos, comenzamos a vomitar veneno y ácido sobre ganadores, jurados,
organizadores y a veces hasta contra los abuelitos y bisabuelitos de los
mismos.
En el texto pasado hablé un poco de este
producto de la envidia y la mediocridad que afecta de manera sensible la
calidad humana y moral del gremio. No
valoré tanto en esa oportunidad este factor que rodea y casi ahora a nuestro certamen. Hoy, una semana
después, pienso que hay que resaltar lo inhumano e indecente de esta actividad
“paralela” a nuestro saludo a la Revolución.
Repetir aquí las cosas que se dicen, no solo no bien al caso pues y a
todos las saben, sino que también implicaría gozar y ser pare de la decadencia
provincial.
Pero si remarco lo asqueroso y vulgar de esa actividad, y el sentimiento es
aún peor al pensar que todo sale del propio gremio, si es que merece ese
nombre. Pareciese que la consigna de turno en cada Julio es DESTRUIR. No
importa a quién, sólo basta que gane un premio y ya. Yo quiero dirigirme aquí
personalmente a Patricia; quiero decirle que considero la elección del jurado,
en su caso, acertada, y no sólo eso, también valiente y audaz. De hecho ya
ganar el premio implica ganarse el veneno de nuestros “compañeros” y
“compañeras”. Y ese veneno es por la espalda. Jamás de frente. Así que no te
dejés destruir a pesar de lo doloroso. El jurado fue serio y objetivo. Y la bola mayor de que el jurado estaba
“comprado” se cae por su propio peso. El jurado de este año fue un jurado de
prestigio y conocedor. Podrá haberse equivocado en algunas cosas y decisiones pero nunca, nunca se iba a dejar
influenciar por nada ni por nadie.
Pero mejor dejo de hablar de cosas
desagradables y malolientes no vaya a ser que me amargue por completo. Quiero
retornar a lo de pintar para el certamen. Creo que habrá que reflexionar un
poco más acerca de este punto. Se deberá ser más autocrítico con uno mismo; trabajar
todo el año y luego escoger lo mejor para el certamen. Es realmente un problema
de crítica y autocrítica. El problema eterno de nuestra plástica. De hecho
desde Praxis hasta acá la crítica está guardada en el baúl de los recuerdos y
la llave nadie la quiere buscar.
Creo que lo más acertado sería suspender
los certámenes por lo menos unos dos años. Hacer sencillamente una exposición
en saludo al 19. Sin premios, ni menciones, ni veneno. Darnos un tiempo para
reflexionar y madurar las cosas un poco.
Todas estas cuestiones, deberían de
ventilarse en un foro sobre la plástica nacional. Algo así como lo que están
haciendo nuestros teatristas. De nivel y seriedad. Una actitud crítica y
autocrítica, donde podamos confrontar nuestros aciertos y nuestros desaciertos.
Es sumamente necesario hablar y hablar de frente. Sin miedo y sin ánimos de
destrucción y venganza. Creo que el momento es el adecuado.
El certamen en si fue una mala exposición,
a pesar de que no quiero generalizar. Pero esto es un problema que se bien
dando desde hace unos cuantos años. E insisto, no creo que nuestra plástica sea
mediocre. Creo más bien que es una plástica a destiempo, una plástica estancada
y falta de oxígeno. El año pasado, en el foro, se habló de plástica
concéntrica, encerrada o volcada sobre sí misma. Creo que nos estamos ahogando
en tanta repetición y silencio auto-impuesto. Hay que romper el silencio y las
barreras de la provincia. Hay que recordar lo que FUE nuestra plástica en la
década de los sesenta. "La escuela nicaragüense, decía Marta Traba. Ahora
somos la imitación anacrónica de lo que fue la escuela nicaragüense.
Lo primero que tenemos que hacer es
quitarnos las máscaras de geniecillos provincianos, que nada significan, ni
siquiera a nivel latinoamericano. Aceptar el estado de crisis de nuestra
plástica. De hecho no somos los únicos. La plástica mundial entera está en
crisis. Aceptemos nuestra crisis y enfrentémosla. Somos demasiado
tradicionalistas, demasiado conservadores y más que nada demasiados
conformistas.
¿Hace cuántos años estamos haciendo lo
mismo? Algunos ya llevan 20 – 25 años pintando lo mismo, y cada vez lo pintan
mejor pero a fin de cuentas es lo mismo. No todo el mundo está así, pero la
gran mayoría está en la actualidad autoplagiándose, presentando el mismo cuadro
una y otra vez y otra vez. ¿Cuánto daño nos ha hecho el mercado del arte? No
sé, pero creo que mucho. Y esto se ve no solo en la plástica contemporánea,
sino también en la plástica primitivista, o de la mayoría de ellos.
Creo que algo va a suceder, sino estamos
jodidos. De hecho la última ruptura de nuestra plástica se dio hace casi 20
años con Praxis. ¿Por qué sucedió? Habrá
que reflexionar sobre el aspecto teórico de ese movimiento. Allí había discusión
y crítica, relación entre plástica y literatura, ganas de ser a fin de cuentas.
Hay que volver a sentarse y discutir. Hay
que volver a la crítica verdadera y tenaz. Hay que salirse de la provincia
ahogante y volcarse al mundo. Tenemos la suficiente energía y capacidad para
salir triunfantes de la crisis auto-impuesta a nuestra producción artística,
pero claro está, tenemos la siempre posible comodidad de seguir siendo los
mismos. Es más fácil.
Crítica crítico
No hay comentarios:
Publicar un comentario