domingo, 3 de agosto de 2014

SOBRE CERTÁMENES, VENENOS Y MEDIOCRIDAD. Por: Raúl Quintanilla Armijo. En: Ventana, No. 398. Sábado 29 de julio de 1989.


A Ícaro porque hizo lo que quiso

Comienzo por aclarar el título. Hablo de mediocridad en referencia a nuestros certámenes de artes plásticas y no en referencia  a la plástica nacional, ella merece otros adjetivos. Aunque si consideramos los certámenes como la culminación de los esfuerzos de un año de trabajo plástico estaríamos más que jodidos. Pero dichosamente, aunque para muchos no esté claro, los certámenes y la plástica no son la misma cosa. Ni siquiera son la culminación de nada. Son más bien una especie de velada artística con premios en dólares y el garantizado veneno de envidiosos y no ganadores.

Ahora bien, ¿por qué se ha venido dando este fenómeno? Esta falta de prestigio que comienza a rodear nuestro certamen y que en definitiva debería de preocuparnos seriamente. Personalmente creo que hay varios factores involucrados. Primero un problema de actitud ante el certamen mismo. Si bien es cierto que este es una competencia y que en determinadas condiciones las competencias son sanas, nuestro certamen se ha venido tornando cada con menos seriedad. Habrá que recordar que además de ser esa esa especie de termómetro para medir el desarrollo y avance de nuestra plástica, el certamen es también nuestro saludo al aniversario de la Revolución. Un saludo que evidente y lógicamente deberíamos  hacer con lo mejor de nuestra obra. ¿Pero qué es lo que ocurre realmente? El certamen se ve cada vez más como una carrera de todos en contra de todos, como un vulgar concurso casi a nivel de Séptimo Libre. Todos quieren el premio, el Peñalba por supuesto. Y esto en si no tendría nada de malo. El problema está o radica en que el premio no debe ser o no debería de ser el fin único y absoluto, sino más bien debería ser visto como un medio porque optar al mismo deberíamos de prepararnos de la manera más despiadada posible, pero lamentablemente esto no es así. Por otro lado el certamen como competencia debería de concebirse como la confrontación necesaria y sana, estimulante y constructiva entre lo mejor de cada uno de nosotros. Sin embargo, y aquí viene la dolorosa, la realidad es otra y muy distinta. Ni el certamen exige lo mejor, y eso que en esta edición hubo dos secciones de preselección, ni los artistas, y esto es lo más triste, no presentan lo mejor de su obra. No obstante, el nivel de autocrítica es tan pobre o inexistente, que aun así, sin mayores esfuerzos, pretendemos todos y cada uno, ganar el gran premio Rodrigo Peñalba,  y por supuesto si no lo recibimos, comenzamos a vomitar veneno y ácido sobre ganadores, jurados, organizadores y a veces hasta contra los abuelitos y bisabuelitos de los mismos.

En el texto pasado hablé un poco de este producto de la envidia y la mediocridad que afecta de manera sensible la calidad humana y  moral del gremio. No valoré tanto en esa oportunidad este factor que rodea y  casi ahora a nuestro certamen. Hoy, una semana después, pienso que hay que resaltar lo inhumano e indecente de esta actividad “paralela” a nuestro saludo a la Revolución.  Repetir aquí las cosas que se dicen, no solo no bien al caso pues y a todos las saben, sino que también implicaría gozar y ser pare de la decadencia provincial.

Pero si remarco lo asqueroso y  vulgar de esa actividad, y el sentimiento es aún peor al pensar que todo sale del propio gremio, si es que merece ese nombre. Pareciese que la consigna de turno en cada Julio es DESTRUIR. No importa a quién, sólo basta que gane un premio y ya. Yo quiero dirigirme aquí personalmente a Patricia; quiero decirle que considero la elección del jurado, en su caso, acertada, y no sólo eso, también valiente y audaz. De hecho ya ganar el premio implica ganarse el veneno de nuestros “compañeros” y “compañeras”. Y ese veneno es por la espalda. Jamás de frente. Así que no te dejés destruir a pesar de lo doloroso. El jurado fue serio y objetivo. Y  la bola mayor de que el jurado estaba “comprado” se cae por su propio peso. El jurado de este año fue un jurado de prestigio y conocedor. Podrá haberse equivocado en algunas cosas  y decisiones pero nunca, nunca se iba a dejar influenciar por nada ni por nadie.

Pero mejor dejo de hablar de cosas desagradables y malolientes no vaya a ser que me amargue por completo. Quiero retornar a lo de pintar para el certamen. Creo que habrá que reflexionar un poco más acerca de este punto. Se deberá ser más autocrítico con uno mismo; trabajar todo el año y luego escoger lo mejor para el certamen. Es realmente un problema de crítica y autocrítica. El problema eterno de nuestra plástica. De hecho desde Praxis hasta acá la crítica está guardada en el baúl de los recuerdos y la llave nadie la quiere buscar.

Creo que lo más acertado sería suspender los certámenes por lo menos unos dos años. Hacer sencillamente una exposición en saludo al 19. Sin premios, ni menciones, ni veneno. Darnos un tiempo para reflexionar y madurar las cosas un poco.

Todas estas cuestiones, deberían de ventilarse en un foro sobre la plástica nacional. Algo así como lo que están haciendo nuestros teatristas. De nivel y seriedad. Una actitud crítica y autocrítica, donde podamos confrontar nuestros aciertos y nuestros desaciertos. Es sumamente necesario hablar y hablar de frente. Sin miedo y sin ánimos de destrucción y venganza. Creo que el momento es el adecuado.

El certamen en si fue una mala exposición, a pesar de que no quiero generalizar. Pero esto es un problema que se bien dando desde hace unos cuantos años. E insisto, no creo que nuestra plástica sea mediocre. Creo más bien que es una plástica a destiempo, una plástica estancada y falta de oxígeno. El año pasado, en el foro, se habló de plástica concéntrica, encerrada o volcada sobre sí misma. Creo que nos estamos ahogando en tanta repetición y silencio auto-impuesto. Hay que romper el silencio y las barreras de la provincia. Hay que recordar lo que FUE nuestra plástica en la década de los sesenta. "La escuela nicaragüense, decía Marta Traba. Ahora somos la imitación anacrónica de lo que fue la escuela nicaragüense.

Lo primero que tenemos que hacer es quitarnos las máscaras de geniecillos provincianos, que nada significan, ni siquiera a nivel latinoamericano. Aceptar el estado de crisis de nuestra plástica. De hecho no somos los únicos. La plástica mundial entera está en crisis. Aceptemos nuestra crisis y enfrentémosla. Somos demasiado tradicionalistas, demasiado conservadores y más que nada demasiados conformistas.

¿Hace cuántos años estamos haciendo lo mismo? Algunos ya llevan 20 – 25 años pintando lo mismo, y cada vez lo pintan mejor pero a fin de cuentas es lo mismo. No todo el mundo está así, pero la gran mayoría está en la actualidad autoplagiándose, presentando el mismo cuadro una y otra vez y otra vez. ¿Cuánto daño nos ha hecho el mercado del arte? No sé, pero creo que mucho. Y esto se ve no solo en la plástica contemporánea, sino también en la plástica primitivista, o de la mayoría de ellos.

Creo que algo va a suceder, sino estamos jodidos. De hecho la última ruptura de nuestra plástica se dio hace casi 20 años con Praxis.  ¿Por qué sucedió? Habrá que reflexionar sobre el aspecto teórico de ese movimiento. Allí había discusión y crítica, relación entre plástica y literatura, ganas de ser a fin de cuentas.

Hay que volver a sentarse y discutir. Hay que volver a la crítica verdadera y tenaz. Hay que salirse de la provincia ahogante y volcarse al mundo. Tenemos la suficiente energía y capacidad para salir triunfantes de la crisis auto-impuesta a nuestra producción artística, pero claro está, tenemos la siempre posible comodidad de seguir siendo los mismos. Es más fácil.

Crítica crítico


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