La obra de arte
es una invitación al diálogo, es punto de partida para la reflexión; nos
permite confrontar los múltiples elementos de la experiencia transmitida por el artista con nuestra propia
experiencia.
Juzgamos las partes y nos aventuramos en
una apreciación del conjunto. La muestra personal con la cual Rodrigo Peñalba
inauguró el 30 de Julio la Galería de Arte Moderno, dirigida por Rolando
Steiner, es precisamente, un estímulo, una provocación intelectual que nos
permite escudriñar la sicología del artista y, a través de su obra, de tomarle
el pulso a lo que se podía denominar la pintura nicaragüense.
Bien sabemos que la manifestación artística, la objetivación de la
experiencia de vida o la simple percepción del mundo exterior plasmado en el
lienzo, no se conforma a una representación mental precisa ésta sería, según
Francastel, “imagen” en el sentido sicológico y no el sentido figurativo del
término. Algunas veces el artista se le presenta el objetivo que pretende
conseguir, pero sin que nunca logre materializar su intuición.
Peñalba parte, en su búsqueda, con toda una serie de posibilidades ─técnicas, “metier”, mucha experiencia del
trabajo, conoce muy bien, como se suele decir, “su cocina”─, pero no lleva un objetivo
definido, su pintura constituye el centro de una reflexión duradera, diría,
casi una preocupación, susceptible de sugerirnos el instante fugitivo de la intuición,
de mostrarnos abiertamente el proceso mental que nos lleva hasta el momento
mismo de la creación.
Fundamentalmente, sin embargo, su
preocupación es la del artista que tiene miedo a su propia sombra, a la obra
que al objetivarse pareciera perder las virtudes dinámicas que la
caracterizaban en el momento de la creación. Trata. Por consiguiente, de
abrirse un campo nuevo, de explorar nuevos caminos, sin saber a qué horizontes
lo puede llevar una experiencia, que al fin y al cabo, es indispensable para
todo artista. En esta búsqueda ─tentación a lo que el
hombre no puede escapar─, Peñalba se ensaya
en géneros diferentes, pero no siembre con acierto; nos lleva de la evocación
abstracta ─en la que se presenta con economía de medios, tímido en la composición,
pero con profundo sentido de la composición, pero con profundo sentido de la
armonía cromática─, al violento expresionismo de tipo alemán ─en la que color, textura, composición nos dan la
impresión de soltura, de mucha vitalidad─, pasando a veces por un academismo, francamente,
decadente como en la Niña con ave.
La exposición gira un torno a un cuadro de
valor ─”Pido
la palabra”─ en el que Peñalba se
manifiesta con violencia , mostrándonos un dominio absoluto de los medios
expresivos; la estructura cromática de esta pintura, que nos advierte al hombre
de experiencia, nos hace pensar en que ésta es la línea que más siente el
artista. Esta obra no puede dejarnos indiferentes, cumple su cometido,
abriéndonos campo en lo que se refiere a la interpretación, a la intención del
artista.
Destacan igualmente las dos figuras secas
de Esperanza: la economía de los medios expresivos lleva al artista a una
sobriedad de gusto clásico, medio hierático, que no deja de recordarnos al
Angelico. En perfil, en cambio, figura demasiada apretada, se distingue una
estilización en el gusto de Ciacometti.
Los diseños que nos propone el artista nos
muestran al hombre que está experimentando o que ha ya experimentado diferentes
estilos, en algunos vemos la clara intención social, medio demagógica,
gratuita, en otros nos da una serie de paisajes poco espontáneos, con gusto
demasiado rebuscado mientras no deje de imponerse un cierto academismo en la composición,
en el trazado cuidadoso del diseño. No cabe la menor duda, esta es la parte más
floja de la muestra.
En conjunto, a pesar de lo interesante que
puede ser para el artista el ensayo de nuevas formas de expresión, la
exposición nos desorienta por la variedad de estilos, por la falta de
coherencia y de unidad de propósitos. No ponemos en la tela de juicios los
méritos de Peñalba, más si esperamos que en este diálogo que ha iniciado
consigo mismo salga triunfante o, al menos, logre imponer su propia
personalidad sin concesiones al ambiente, a una serie de determinismo de tipo
sociable, más que social.
Ante el maestro de generaciones no
podemos, pues, eliminar las exigencias de un arte que se devora a sí mismo, que
no persona al artista sus indecisiones o sus veleidades.
“ARTISTAS CRITICAN A PEÑALBA”
En
ocasión de la inauguración de la muestra personal de Rodrigo Peñalba, tuvimos
la oportunidad de entrevistarnos con
algunos de los más destacados elementos del mundo artístico nacional. Aquí
transcribimos lo esencial de us declaraciones:
JOSSIE
SALINAS: “Esta noche ─nos dijo─ es una reunión social Mañana
vendré a ver los cuadros”.
PEÑALBA NO LOGRA SUPERARSE
LEONCIO SAENZ: “Se supone que es
una obra reciente, en realidad data ya de alguno años; con la pintura, Peñalba
se quiere poner al día, pero falla.
Mejor
se hubiera quedado en la época expresionista a estilo de los alemanes, en el
gusto de un Nolde, por ejemplo. En ese período hizo sus mejores obras, sus crucifixiones
de entonces son características. Desde esa época Peñalba no logra superarse.
Fue a Europa con las intenciones de ponerse
al día, para darnos una pauta. Fracaso en el abstracto y no logra en este campo
superar a sus alumnos.
Ahora
vuelve a la figuración, esa es su línea”.
“Su pintura ─añadió Sáenz─ es fría, no emociona, me da la
impresión de ser decadente. Diré con franqueza que esperaba algo mejor como
maestro y como director de la Escuela de Bellas Artes”.
A propósito de los dibujos, Sáenz declaró:
“El dibujo en sí lo considero como un cuadro o como una cosa acabada, completa,
no como dibujitos pajareados. Peñalba se queda en la superficie, no veo la
fuerza, la línea, hay algo que hace falta.
No
se identifica con el objeto, no siente el tema, quiere hacer una cosa
dramática, pero no acierta. El sintió sus Cristos, lo hizo con fuerza, pero esto hace 20 años. Su dibujo es
agradable sin dejar de ser convencional.
En
los dibujos de retrato logra mayor penetración sicológica, no sucede lo mismo
con el retrato”. Sáenz concluyó afirmando que “si Peñalba se hubiera mantenido
en la corriente expresionista hoy fuera su verdadero maestro. A Peñalba ─dijo─ se le reprocha de no crear su
propia pintura de quedarse estático. Un maestro de generaciones tiene la
obligación de mantener su calidad y su prestigio a base de labor.
Morir
pintando como doña Asilia”.
POSIBILIDAD DE RENOVARSE
NOEL FLORES: “No es que Peñalba
esté en decadencia, considero que sólo cuando desparezca se podría emitir un
tal juicio.
Veo en Peñalba la posibilidad de renovarse. Con relación a la retrospectiva que nos ofreció en
vez pasada, no hay ninguna novedad, no hay libertad, se ha mantenido en su
línea. Esto significa que ha mantenido su personalidad, en forma de expresión.
Naturalmente, podríamos decir que no quiere o no puede salirse de eso o por
conveniencia artística o simplemente porque quiere quedarse en el movimiento ambiental
social, que le impide cultivar su propia originalidad, lo lleva a una ambivalencia.
Cuando
ha tratado de salirse, de abandonar su línea, pareciera que no siente lo que
hace, carece de pasión. En cambio, cuando trabaja en lo que a él le gusta, lo
hace muy bien”.
COMO
MAESTRO CUMPLE SU COMETIDO
OMAR
DE LEON: “Bien la exposición. Es el mismo Peñalba.
Innovaciones técnica
agradables a la vista, pero no le veo un nuevo brote, le falta fuerza, pero
puede salir algo nuevo”. Omar añadió que de Peñalba había visto “la misma
estilización”, afirmando luego que era “un buen dibujante”.
Refiriéndose
al ambiente social, de Léon dijo que él no cría en eso, además “sí uno no se da
a conocer en la clase alta nadie le compra”. Señaló que “todos los edificios
públicos están sin decoración” y que “prefieren comprarse en el extranjero
litografías de a diez dólares”, antes que comprar obras nacionales.
Comentando la observación según la cual
los alumnos habían alcanzado al maestro o sí era que el maestro se había
quedado estático. Omar de León dijo que: “no hay plan de superación”, cada uno
sigue su búsqueda”, además que “no se puede afirmar que el uno sea mejor que el
otro. Todos hemos avanzado”. De León terminó diciendo que no podía negar lo que
debía a Peñalba: sus principios de formación, lo cual ─enfatizó─ es un agradecimiento.
“Peñalba ─anotó de León─ ya se encontró y va a quedar en
eso. De él han desaparecidos las visiones, pero podría ser que nos dé otra
cosa, a pesar de que esa cosa nueva podría romperse”.
SARAVIA: Peñalba ─nos dijo─ se quedo estático. “Entre lo
que está haciendo y lo que hacía cuando regreso de Europa no hay ninguna
diferencia. Su estilo está muy bonito, pero sigue en la misma cosa”.
¿Qué es lo que esto significa?
“Significa que el individuo no ha
evolucionado durante veinte años. La técnica y el sentimiento sobre el arte,
naturalmente. Cuando él vino ya había quemado sus naves y, prueba de ello, es
que estamos en la misma retrospectiva de la vez pasada. No hay aquí ninguna
innovación, ni creo en nuevas posibilidades porque ya lo hubiera dado”.
A
la observación que le hiciera sobre sí Peñalba valía más como pintor o como escultor. Saravia respondió que
Peñalba “nunca había hecho escultura”. Pero ¿cómo diablos firma algunas
esculturas?
Francamente,
no lo sé.
Añadió Saravia que “una escultura es
tridimensional, por consiguiente ningún dibujo es válido para una escultura”.
Concluyó
diciendo que nos encontrábamos en un acto social y que la había gustado mucho
la conferencia sobre la luna con la cual se inauguró la exposición.