lunes, 8 de diciembre de 2014

LAS ARTES PLÁSTICAS TIENEN CENICIENTA. Por Ariel Montoya. En: La Prensa, sábado 23 de Septiembre de 1995.




A pesar de que la escultura ha tomado nuevos bríos en cuanto a su promoción y a su realización estética en los últimos años, la escultura, ese hermoso y plástico arte de agregar vida, “vitalidad” como lo definiera en una ocasión Henry Moore, no logra conquistar mayores espacios, según lo confiesa Orlando Sobalvarro, conocido escultor y pintor nicaragüense, y Miguel Ángel Abarca, de igual trayectoria en el medio artístico nacional.


Abarca considera que a esta disciplina se le ha marginado, ya que sostiene que quienes se han dedicado a ella, son vistos –inclusive por el gremio— como simples “pica piedras”, albañiles o carpinteros.


Conversamos para la sección “En Horas Libres”, con ambos escultores, quienes abordaron la realidad del escultor nicaragüense, afianzados en sus propias concepciones y en sus propias y difíciles coyunturas como creadores, en un país donde esta expresión artística no ha encontrado mayores cuotas de mercado ni de apreciación. 


LOS ESCULTORES SON UNOS MARGINADOS.




Miguel Ángel Abarca, de contextura robusta y eminentemente autodidacta, abordó también para “De Dos en Fondo”, la situación  del escultor nicaragüense. Al igual que Sobalvarro, comparte el criterio de que quienes se dedican a esculpir, no tienen un merecido reconocimiento de la sociedad, y, lo que es peor, ni del propio gremio de artistas.


Lo anterior, lo corroboró señalando el caso de algunos certámenes y eventos nacionales, en los que siempre queda relegada la escultura. Por ejemplo, citó el caso del premio nacional de pintura “Rodrigo Peñalaba”, que siempre ha estado reservado, única y exclusivamente, a los pintores, asimismo, mencionó el caso del Premio Nacional de Pintura que convoca la Unión de Artistas Plásticos (UNAP), en el que se premió a los ganadores en pintura, y a él, que obtuvo un premio en escultura, no se le pagó.


Para Abarca, este hecho sólo puede ser considerado como marginación para los escultores, a la vez que dijo que es un error que los pintores “se crean los únicos  artistas plásticos”, olvidando la escultura, la talla artística, el dibujo, la cerámica artística, el diseño artístico e inclusive la fotografía, que son también parte de ella.


Igualmente, para reconfirmar su posición sobre la marginalidad del escultor dentro del desarrollo cultural nicaragüense, citó el caso de la exposición que realizara en abril pasado, Harold Sandino y Luis Morales, del museo de la Piedra Bocona de Granada, donde se convocó a los mejores artistas plásticos, y en la que los escultores, fueron ubicados luego de los pintores, fotógrafos y arquitectos.


“Ellos, como organizadores, no tomaron en cuenta que he obtenido premios, y que he estado trabajando una obra de años, invitando únicamente a dos escultores, a mí y a Erasmo Moya”, subrayó, demostrando que con actitudes como éstas, venidas del propio gremio, la escultura no podrá salir a flote en los próximos años.


Abarca, señaló también que para que esta situación pueda cambiar, es necesario que instituciones como la Alcaldía de Managua y otras a nivel nacional, convoquen a los escultores nacionales, para que complementen las obras que se vayan construyendo, para que éstos realicen trabajos escultóricos monumentales”; así también, dijo que ese llamado es extensivo al propio Gobierno central.


En algunos países de Centro América, México y Suramérica, como en Brasil, las construcciones arquitectónicas, son acompañadas muchas veces con esculturas provenientes de las escuelas estéticas contemporáneas, que les imprimen a esas ciudades, sellos monumentales de modernidad y creatividad; en Nicaragua, esculturas que acompañen el escaso urbanismo de la capital, brillan por su ausencia.


Abarca, también dijo que otra de las causas que no le permiten expansión al arte nacional, y en especial a la escultura, es la poca promoción de los medios de comunicación, quienes permanentemente se dedican a la divulgación del deporte y la política. En ese sentido, reconoció y felicitó la presencia de esta página, “pues está promoviendo en gran medida la divulgación y el debate de los artistas”.


Por otra parte, lamentó además el hecho de que el “quehacer espiritual del arte”, está fuera de la agenda de los políticos, “y el artista, sólo existe en un mundo mutante y sin estímulos”, reconociendo que, únicamente a través del INC, algunas de sus esculturas se han exhibido en países como Bélgica, y, prontamente, en Washington, de donde recibió una invitación recientemente a través de la Embajada de Estados Unidos en Managua.


Originario de Masaya, Abarca emigró en su niñez a San Rafael del Sur, volviendo luego a Masaya, donde aprendió el arte a tallar, haciendo ataúdes y zepelines, “los cuales ya no se ven ahora”, indicó, en la actualidad ha fijado su residencia en el reparto Bolonia de Managua, donde se comprueban, entre maderas en bruto, piedrones, osamentas e instrumentos manuales de trabajo, los dones del carpintero, el albañil y sobre todo, del artista puro, compartiendo en soledad, los desechos de la naturaleza para volverlos a la vida. 


“Ya de nuevo en Masaya, me hice tallador tradicional, es decir, como se le dice al que ha venido heredando esta escuela desde los tiempos de los conquistadores, de la herencia barroca, sobre todo en talla de cajas de muerto y cepellines”, dijo. 


Igualmente expresó que en ese entonces, sintió la necesidad de cambiar ese modelo de trabajo, por lo que señaló con orgullo, que su aporte fue de pasar de una talla decorativa a una artística, “así fue que dejé los tradicionales angelitos y colochos, para tallar en base a nuevos diseños, temáticas nacionales, como grabados del paisaje, elementos de desechos, de costillares, de tópicos terrestres los que a la vez, tracé con detalle abstracto”.


Para Abarca, es fue, en perspectiva el inicio de su obra escultórica, la cual va puliendo con los años, a la vez que ratifica que su escultura, la “sacó” de la carpintería, a la cual está abocado a tiempo completo en la actualidad, aunque además de tallas su escultura en madera, también lo hace con piedras y concreto.


“Sin saber qué era la escultura, me hice escultor, y así como luché por ser un buen tallador, ahora me esfuerzo, a través de estos años silenciosos, por hacer un buen trabajo como escultor”, evocó a la vez que dijo que fue en 1983, cuando por primera vez asistió a una convocatoria que hizo la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC) en la que “fui aceptado como escultor”.


Mencionó como otro de los pocos estímulos que ha tenido, el hecho de que la Dirección de Correos, en la figura del poeta Anastasio Lovo, le imprimió una sus esculturas, la titulada “Éxodo”, en los sellos postales, “que ha venido a ser una forma saludable para promover los valores nacionales”, indicó.


De esa década, de los ochenta, Abarca piensa que fue de mejor suerte para los escultores, en comparación con la actual, por el apoyo que le dio el régimen sandinista y sobre todo la ASTC, a la cultura, “había más estímulo con los sandinistas, y ahora no, y creo que eso es negativo, porque sin que lo mantengan a uno, el creador necesita de una inyección para poder crear y  para poder vivir”.


Por otra parte, sostuvo que uno de los problemas que suceden con la creación de las esculturas, es que quienes se dedican a ella, únicamente están haciendo obras “de caballete”, es decir, de tamaño pequeño, “y no obras grandes que son las que vienen a proyectar al escultor, por lo que manifestó, que el futuro de este arte, es “incierto” en el país.


DIOS HIZO EL BARRO, EL HOMBRE LA ESCULTURA


Orlando Sobalvarro, quien vino a Managua en 1959 de la Mina El Jabalí, a trece kilómetros de La Libertad, Chontales, inició sus estudios en la consagrada Escuela de Bellas Artes, donde realizó estudios de perspectiva, anatomía e historia del arte, en los tiempos del maestro Rodrigo Peñalba, época en la que también Fernando Saravia era profesor de escultura y cerámica.


“Ahí comenzó mi carrera, y un tiempo después comencé a participar en algunas exposiciones que hacía la escuela, pues había libertad para hacer bocetos”, recordó Sobalvarro al inicio de la conversación, quien además señaló que dichos bocetos eran abstracciones, figuraciones y líneas, las cuales hacía fuera de los horarios de clase,  pues agregó que la disciplina de la escuela era el dibujo clásico. 


Desde ese entonces hasta la fecha, Sobalvarro dice no sentirse aún un artista realizado, ya que el creador siempre va teniendo “nuevas inquietudes, que van a través del tiempo motivando la labor creativa”, señaló, a la vez que dijo que en su oficio como pintor y  escultor, ha tenido etapas textuales, aunque ahora se siente más atraído por la pintura de textura visual y no física.


“Actualmente creo que mi escultura es poética, y estoy entusiasmado con este trabajo”, manifestó, a la vez que dijo que así como Dios creó al hombre del barro, dejó inserta en la psiquis humana la idea de darle forma a ciertos objetos con el trabajo manual.


Sobalvarro subrayó que esa concepción, puesta en el hombre al ser creado, él la ha vivido, como por ejemplo, cuando va al campo y se encuentra un árbol quemado “y siento la necesidad de transformar esa naturaleza deshecha en una obra de arte”, acotó.


Comentó que para él la inspiración se la proporciona la naturaleza, la que recrea amparándose en la escuela impresionista, así provenga de un elemento real, como las grandes formaciones pétreas encontradas en el campo o lo elementos naturales expuestos  en medio del paisaje de un río, una colina o una ciudad.


Sobalvarro opina que la escultura al igual que la pintura es textural, y mencionó que sus temas y formas predilectas son el búho y los espejos. Actualmente, está innovando nuevas expresiones de talle, al vincula la escultura propiamente dicha, con el espejo; es decir, el elemento decorativo y de uso doméstico, inserto con la obra de arte.


“Pretendo usar el espejo como elemento presente en toda casa, el cual además quiero implicarlo con la diversidad del mismo reflejo, como deseando que la escultura tenga más proyección  y ambos a la vez, complementándose”, sostuvo.


Pero a pesar de las complejidades estéticas, Sobalvarro no niega para nada su deseo: el de que prevalezca en la escultura la originalidad de la figura representada, máxime cuando ésta proviene de la naturaleza o de un motivo indígena, los cuales a su criterio, toman universalidad al ser recreados por magia natural del hombre. 


Al respecto, citó al conocido escultor británico Henry Moore, quien se inspiró en figuras reclinadas para realizar gran parte de su obra, y quien dijo que la escultura, “deben poseer una forma orgánica, un cierto pathos y calidez”.


Sobalvarro (hablando desde su estudio en Tipitapa), advirtió que el arte, tanto en Nicaragua como en otras partes, lo posee una élite: analizado y que ha tenido oportunidades para llegar a gustar de él.


Sin embargo, manifestó que lo ideal sería que todas las personas, desde su niñez, tuviesen conocimientos, “ya que mientras uno más conoce, ya sea con vocación o no, más se interesa, hasta que llega a ser parte integral de la vida de uno”. 


Sobalvarro ha realizado sus esculturas con varios materiales, desde el barro, hasta los metales y el cemento; últimamente ha estado trabajando la escultura directa, “o sea que primero hago un dibujo, un boceto, donde uso tela metálica con hierro y luego lo revisto de cemento”, expresó. 


Dijo sentir una sensación  de “placer creativo”, cuando realiza la mezcla del cemento con la arena, y mueve la cuchara de albañilería para formar texturas y líneas que desea expresar.


Igualmente, dijo que la escultura que más le gusta es la indígena, aunque no deja de sentirse atraído por las grandes obras de carácter universal, de los maestros clásicos como Miguel Ángel, Bonaroti, Henry Moore, Brancusi y otros.


Entre los escultores nicaragüenses, dijo que le gustaba la obra de Saravia; Noel Flores “de un trabajo muy serio, expresivo”; Ernesto Cardenal, “con un acabado perfecto”;  Genaro Amador Lira, “interesante”.


Pero pese a todo lo anterior, Sobalvarro expresa con desaliento que en Nicaragua “parece que a nadie le interesa la escultura”, lo que ha limitado tremendamente el trabajo de quienes se han dedicado a ella. 


Resaltó que las instituciones que podrían ayudarla, serían el Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), y algunas instituciones privadas o coleccionistas. “Nosotros los escultores podríamos llenar Managua y Nicaragua de esculturas, pero no hay instituciones, ni oficiales ni privadas, que se interesen en promoverlas”, dijo Sobalvarro, quien finalizó diciendo que esta ha sido una actitud del pasado y del presente.


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