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Indudablemente, un paso nuevo hacia una cultura casi desconocida en nuestro suelo, se ha dado este año la fundación de la Academia de Pintura y Dibujo por un grupo de artistas managüenses.
El naciente centro cuenta con dos salas del Ministerio de Instrucción Pública cedidas por el funcionario del ramo, y con una pensión mensual de diez córdobas, generoso donativo del Distrito Nacional, para muebles y demás accesorios.
Y en esta dos salas atestadas de
caballetes, tablas, y estudios al carbón se llevan a cabo las sesiones
nocturnas de dibujo, a cuyo perfeccionamiento, los miembros de dicha Academia
dedican en la actualidad todos sus esfuerzos.
Tuvimos la oportunidad de estar presentes
en una noche de sesión. Antes de comentar ésta, nos fue mostrado el trabajo
hecho durante los tres o cuatro meses que tiene de fundado el pequeño centro.
Rollos y más rollos de papel con estudios al carbón de modelos humanos.
Las poses son variadas, y en todas ellas se
nota el esfuerzo concentrado y enérgico del dibujante que en lucha declarada
contra la rudeza de su mano y la insuficiencia de sus ojos, trata de conseguir
el conjunto de líneas del modelo.
El
adelanto es notorio. Firmas hay, que puestas en los primeros días de sesión al
pie de muñecos caricaturescos, lucen hoy junto a figuras en las que se acusa ya
una comprensión mayor de las proporciones generales, y un gusto en la
ejecución, muy lejano del ridículo y grotesco que campea en el acabado de los
primeros trabajos.
Son muchos además los esbozos en que se
adivina una mano experta y un golpe de vista certero. Y el estilo de éstos
varía según el individuo. Ya es una ejecución esmerada y pulcra, ya vigorosa,
ya descuidada pero fiel; y al pie de tales estudios leemos: Peñalba, Sarria,
Sacasa, Brown, Galo, etc., firmas que nos dan a conocer el elemento más
adelantado de la Academia.
En las paredes lucen pequeños estudios al
óleo de cabezas humanas y de lugares pintorescos y conocidos de los alrededores
capitalinos. El de por aquí representa la Aguadora, el antiguo caserón yergue
solitario iluminado por el sol de las cinco. Hay atardecer, hay ambiente, hay
color en este precioso estudio. Las lejanías se adivinan envueltas en tenues
gasas de brumas, el oleaje del lago acaricia con su beso líquido los viejos
muros de cemento, y el amparo de la vetusta casona, cierta chocita de
pescadores deja ver sus paredes abrillantadas por un toque de sol expresivo y
armonioso. Al pie de este trabajo se lee: Brown. El de más allá es una cabeza
de anciana, simpática, beatífica y envuelta en una aureola de paz y de
tranquilidad que cautiva. Es de admirarse la fidelidad con que el artista ha
conseguido aquella suavidad sedosa de los cabellos encanecidos y la coloración
marfilina de la tez, tez transparente, delicada, que recubre facciones que en
la juventud debieron ser de una belleza sorprendente.
Pero nuestra admiración crece de punto,
cuando al apreciar la factura del trabajo descubrimos el estilo del pintor. Las facciones han sido
modeladas a planos en los cuales el pincel deja marcada muy valientemente su
huella. Y estos planos puestos en el sentido justo de las masas de sombras,
luces y medias tintas, están valorados tan fielmente que ni el más ínfimo de
ellos llega a marcar un punto de falsedad o de crudeza en la suave y armoniosa entonación del conjunto.
Este delicado estudio no ostenta firma,
pero lo sabemos ejecutado por Peñalba h.
Más allá en un rincón hay un lienzo de
regular tamaño, y en el centro de éste, en esbozo, una gentil figura femenina
ataviada con un güipil a rayas rojas, amarillas y azules, una camisa de seda
color crema y llena de vuelos orlados
por cintas de bremellón, flores en los cabellos peinados en tranzas, un collar
vistosos en torno del delicado cuello y la tinaja o la olla de barro
garbosamente apoyada en la cadera. Toda la figura en general está tratada con
verdadera inspiración y exquisito gusto. Bajo la luz de las bujías las
diferentes secciones del color entonan a la perfección. Hay en toda ella una
sólida base de dibujo y el cuadro en general es de un porvenir halagador.
El autor es el conocido artista don Pastor
Peñalba, vieja y laureada testa del arte pictórico nicaragüense.
Hacia la derecha admiramos el mismo motivo
visto por Sarria y tratado con el gusto y maestría que caracterizan a esta otra
cumbre del arte patrio; luego, nuevos y pequeños estudios de paisajes, y
rincones; un detalle del jardín, cielo
violáceo, arbolitos floridos, palmeras, en el fondo una baranda amarillenta y
el Club Social, y yendo del primer término al horizonte, una acera
valientemente manchada con los toques del sol del atardecer…etc…
La impresión general que esto nos
produce es altamente halagadora y
comprendemos que una cruzada por arte ha iniciado sus actividades en nuestro
solar patrio.
La batalla primera está siendo librada por
este pequeño y entusiasta núcleo de artistas, batalla ruda contra el
indiferentismo, la incomprensión y este ambiente que nos rodea, mortal y
asfixiante para las artes.
Están en el período de prueba sin trazas de
desaliento y cansancio; tienen entusiasmo, tienen pasión, tienen constancia,
tienen estudio y por ende tendrán el triunfo.
Se nos dice que aspiran a nacionalizar lo
cual significa que de un solo vuelo hayan escalado el más alto ideal del arte.
Y en consecuencia vendrán exposiciones a
base de asuntos nacionales que hablarán de la patria con el lenguaje de la
belleza y el más eficiente para despertar el amor.
Ellas dirán al espectador Ese conjunto de
paisajes maravillosos que cautiva tus sentimientos y embelesa tus miradas es de
tu Patria. Aprende pues a amarla y a
conocerla.
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