lunes, 21 de julio de 2014

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA ACADEMIA DE PINTURA. En: La Prensa, 11 de Marzo de 1931. Pág. 5.

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Indudablemente, un paso nuevo hacia una cultura casi desconocida en nuestro suelo, se ha dado este año la fundación de la Academia de Pintura y Dibujo por un grupo de artistas managüenses.  

El  naciente centro cuenta con dos salas del Ministerio de Instrucción Pública cedidas por el funcionario del ramo, y con una pensión mensual de diez córdobas, generoso donativo del Distrito Nacional, para muebles y demás accesorios.

Y en esta dos salas atestadas de caballetes, tablas, y estudios al carbón se llevan a cabo las sesiones nocturnas de dibujo, a cuyo perfeccionamiento, los miembros de dicha Academia dedican en la actualidad todos sus esfuerzos.

Tuvimos la oportunidad de estar presentes en una noche de sesión. Antes de comentar ésta, nos fue mostrado el trabajo hecho durante los tres o cuatro meses que tiene de fundado el pequeño centro. Rollos y más rollos de papel con estudios al carbón de modelos humanos.

Las poses son variadas, y en todas ellas se nota el esfuerzo concentrado y enérgico del dibujante que en lucha declarada contra la rudeza de su mano y la insuficiencia de sus ojos, trata de conseguir el conjunto de líneas del modelo.

El adelanto es notorio. Firmas hay, que puestas en los primeros días de sesión al pie de muñecos caricaturescos, lucen hoy junto a figuras en las que se acusa ya una comprensión mayor de las proporciones generales, y un gusto en la ejecución, muy lejano del ridículo y grotesco que campea en el acabado de los primeros trabajos.

Son muchos además los esbozos en que se adivina una mano experta y un golpe de vista certero. Y el estilo de éstos varía según el individuo. Ya es una ejecución esmerada y pulcra, ya vigorosa, ya descuidada pero fiel; y al pie de tales estudios leemos: Peñalba, Sarria, Sacasa, Brown, Galo, etc., firmas que nos dan a conocer el elemento más adelantado de la Academia.

En las paredes lucen pequeños estudios al óleo de cabezas humanas y de lugares pintorescos y conocidos de los alrededores capitalinos. El de por aquí representa la Aguadora, el antiguo caserón yergue solitario iluminado por el sol de las cinco. Hay atardecer, hay ambiente, hay color en este precioso estudio. Las lejanías se adivinan envueltas en tenues gasas de brumas, el oleaje del lago acaricia con su beso líquido los viejos muros de cemento, y el amparo de la vetusta casona, cierta chocita de pescadores deja ver sus paredes abrillantadas por un toque de sol expresivo y armonioso. Al pie de este trabajo se lee: Brown. El de más allá es una cabeza de anciana, simpática, beatífica y envuelta en una aureola de paz y de tranquilidad que cautiva. Es de admirarse la fidelidad con que el artista ha conseguido aquella suavidad sedosa de los cabellos encanecidos y la coloración marfilina de la tez, tez transparente, delicada, que recubre facciones que en la juventud debieron ser de una belleza sorprendente.

Pero nuestra admiración crece de punto, cuando al apreciar la factura del trabajo descubrimos  el estilo del pintor. Las facciones han sido modeladas a planos en los cuales el pincel deja marcada muy valientemente su huella. Y estos planos puestos en el sentido justo de las masas de sombras, luces y medias tintas, están valorados tan fielmente que ni el más ínfimo de ellos llega a marcar un punto de falsedad o de crudeza en la suave y  armoniosa entonación del conjunto.

Este delicado estudio no ostenta firma, pero lo sabemos ejecutado por Peñalba h.

Más allá en un rincón hay un lienzo de regular tamaño, y en el centro de éste, en esbozo, una gentil figura femenina ataviada con un güipil a rayas rojas, amarillas y azules, una camisa de seda color crema y llena de vuelos  orlados por cintas de bremellón, flores en los cabellos peinados en tranzas, un collar vistosos en torno del delicado cuello y la tinaja o la olla de barro garbosamente apoyada en la cadera. Toda la figura en general está tratada con verdadera inspiración y exquisito gusto. Bajo la luz de las bujías las diferentes secciones del color entonan a la perfección. Hay en toda ella una sólida base de dibujo y el cuadro en general es de un porvenir halagador.

El autor es el conocido artista don Pastor Peñalba, vieja y laureada testa del arte pictórico nicaragüense.

Hacia la derecha admiramos el mismo motivo visto por Sarria y tratado con el gusto y maestría que caracterizan a esta otra cumbre del arte patrio; luego, nuevos y pequeños estudios de paisajes, y rincones; un detalle del jardín,  cielo violáceo, arbolitos floridos, palmeras, en el fondo una baranda amarillenta y el Club Social, y yendo del primer término al horizonte, una acera valientemente manchada con los toques del sol del atardecer…etc…

La impresión general que esto nos produce  es altamente halagadora y comprendemos que una cruzada por arte ha iniciado sus actividades en nuestro solar patrio.

La batalla primera está siendo librada por este pequeño y entusiasta núcleo de artistas, batalla ruda contra el indiferentismo, la incomprensión y este ambiente que nos rodea, mortal y asfixiante para las artes.

Están en el período de prueba sin trazas de desaliento y cansancio; tienen entusiasmo, tienen pasión, tienen constancia, tienen estudio y por ende tendrán el triunfo.

Se nos dice que aspiran a nacionalizar lo cual significa que de un solo vuelo hayan escalado el más alto ideal del arte. Y  en consecuencia vendrán exposiciones a base de asuntos nacionales que hablarán de la patria con el lenguaje de la belleza y el más eficiente para despertar el amor.

Ellas dirán al espectador Ese conjunto de paisajes maravillosos que cautiva tus sentimientos y embelesa tus miradas es de tu  Patria. Aprende pues a amarla y a conocerla.

Laudable y noble fin el que se propone este pequeño centro cultural y quiera Dios que en un futuro no lejano contribuya a la obra magna de la unificación nacional. 

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