lunes, 21 de julio de 2014

CONFESIONES Y MEDITACIONES SOBRE EL ARTE ABSTRACTO. Por: Rodrigo Peñalba. En: La Prensa, 2 de Noviembre de 1958. Pág. 7 – B.

¿Qué es la pintura abstracta? Con una aparente paradoja contesto y no lo hago solo, sino con los maestro de este arte contemporáneo.
EL ARTE ABSTRACTO ES EL ARTE CONCRETO. ¿Estoy loco yo? ¿Estamos locos toda una generación que así lo cree? No. La paradoja, ya o dije, es solamente aparente porque si concretó el arte de ayer la imagen exterior del mundo de las cosas visibles, el arte de hoy  concreta el mundo interior, cambiante, mágico del hombre contemporáneo.

¿Puede una manzana sobre una tela de Ceezanne expresar el hoy nuestro? ¿Puede Leda y el Cisne de Correggio dar nuestra zozobra? ¿Puede Leonardo con su Mona Lisa? ¿Quién puede dar esa voz de la inquietud de este siglo inquieto, con una imagen real de lo visible?... Nadie.

Yo invito a la meditación profunda de nuestros problemas sociales, a la penetración penosa de nuestra psicología complicada, al análisis serio de nuestra ciencia maravillosa para el bien y para el mal y les pregunto ¿Puede la pintura de una hermosa mujer desnuda concretar eso, so que es vida en la división misteriosa del átomo y que es a la par de la muerte?

¿Puede la naturaleza muerta o el paisaje ser otra cosa que no sea lo que se ve y dejar de limitar nuestro sentir a lo que esas cosas son?

La naturaleza muerta o el paisaje o el desnudo pintados, son las cosas verdaderamente abstractas, esas son las coas que representan lo que no son, sino por convención. Lo que somos por dentro, lo que refleja ese mundo maravilloso del que debemos estar orgullosos de pertenecer es esa pintura concreta llamada abstracta. Lástima es que no podamos aquí, juntos, ver, discutir, con obras a la vista esa verdad que no digo yo, sino que las trasmito en nombre del arte más discutido que hayan nunca las épocas históricas poseído.

“Las palabras del lenguaje llamado abstracto no son comprendidas sino por pocos, pero pronto será leída y hablada por todos; nos daremos cuenta entonces que ningún lenguaje está conformado mejor a la nueva comunicación” dijo Audre Bretón. Si no hacemos un esfuerzo por descubrir la esencia religiosa y el significado mágico de las cosas, no haremos sino añadir nuevos puentes de embrutecimiento a aquellos ofrecidos hoy por incontables individuos”, dice Juan Miró, el gran pintor español. El consciente y el subconsciente, la intuición y la comprensión, deben producir la trasmutación a una súper-conciencia, en una unidad radiante”. Esta es una frase de AudreMasson.

No quiero citar frases por afán de erudición. Quiero solamente llevar a la conciencia del auditorio distinguido que me escucha, la noción clara de la seriedad ideológica que respalda la pintura contemporánea.

Es uno de mis álbumes de apuntes encuentro esta frase mía sobre el arte que nos ocupa: Busco en mí yo subconsciente con ayuda del consciente, forma y colores que revelan mi personalidad interior. Hay en mi obra abstracta un factor común de mágica formación de un misterio que yo mismo ignoro, pero que aflora tenazmente en mi pintura. Como quien va por un bosque desconocido, perdido y encontrándose, como quien a tientas palpa la forma de la amada y descubre el deleite misterioso en el deslizarse afiebrado del tacto, así el deleite del pinto que se adentra en el desconocido arcano de una forma no repetida sino que se descubre con la sensibilidad desnuda en el momento creativo.

No hay normas, no hay leyes. Existe solo Dios, el hombre, el artista y  la desnudez de una tela. Cual fuerza misteriosa nace el ritmo, cual sonido inesperado brota el color y una voz interior, suae pero claramente audible va guiando la mano.

El subconsciente controlado por el yo consciente buscado, encontrando formas y colores que revelan nuestra verdad interior.

He sido pintor treinta años o más de mi vida. He recorrido, ascendiendo y descendiendo todos los caminos de la pintura. Tuve una formación clásica; me recreé en la aparente verdad de las cosas. Descubrí luego que en las cosas no había verdad sino en la reacción poética que esas cosas llegaban a imprimir en mi sensibilidad. Llegué luego a otras formas en donde ya no era solamente la poesía emanada de la naturaleza la que ocupaba mi mente sino la transformación hacia una expresión vital, trascendente y comunicativa; encendía los colores, exacerbé la línea, martillé la materia pictórica.

Pues bien nunca sentí la trascendencia de una obra en tal grado como la siento hoy a través de la abstracción.

Antes era el modelo, fuere este cual fuere: (flor, fruto, mujer o paisaje) y yo. Más o menos sensible mi reacción, más o menos puro el resultado, pero era siempre un diálogo de creatura a creatura. Hoy ante el arcano de una sensación estamos solos mí lienzo y yo. Cuántas veces en lo alto de la noche, ahí donde no hay más voz que aquella de la conciencia he ido balbuciendo mi expresión que ineludiblemente resulta coherente a mí mismo, sin parecido a obra alguna, sin copia de nada sino de aquella forma subconsciente que mi mano obediente va modelando por necesidades instintivas pero operantes, profundas, claras.

¿Cómo puede alguien llevar a la palabra inadapta la imagen de un proceso misterioso pero tangible?

¿Cómo pudiera yo comunicar con voces habladas la verdad impalpable de ese rito en que el artista es el sacerdote y es la ofrenda? Es como desnudar el alma olvidándose de todo. Si como darle ala al corazón y dejar que escape por la ventana abierta del espíritu y permitir que se pose en la tala imprimiendo coas que nosotros mismos ignoramos. Ahí no hay norma, ahí no hay leyes. Ahí se llega a la creación pura.

Si después de eso no agradare la obra a hombre alguno, no importa. Para nadie pintó el artista sino para sí mismo.

Lleva la obra sin embargo su mensaje. Otras almas gemelas descubren la voz, la identifican y sienten con ella, y otro diálogo se establece entre el alma pintada del artista y el ojo-corazón del caminante que paró su caravana ante aquel cuadro y sabemos cuándo la voz se oyó y oímos la música del misterio y percibimos el perfume de lo impalpable. El eco de la voz, la tortura de una línea, la tragedia de un color.

Es claro que ver una manzana o una flor pintada lleva a la manzana y a la flor como imagen visiva. Pero nada más.

Ver nuestra emoción pintada en un lienzo, sentir la poesía que pasó aleteando sea con trino o con garra o con alta negra de búho agorero, eso es otra cosa más profunda, más vital y más hondamente humano.

¿Por qué he venido yo hoy aquí ante Uds, a decir cosas que nunca dije antes, a desvelizar sin pudor mi conciencia de artista?  ¿Qué me hace romper esa reserva que he guardado siempre respetando los fueros de mi intimidad más recóndita? Solamente una cosa. Quiero inspirar respeto por esas obras que quizá se miraron con el menosprecio con que se mira el disparate. Quiero que comprenda cada uno de Uds., qué cosas siente el artista cuando pinta sus obras; qué cosas nos llevan a preferir pintar lo que tal vez el hombre ajeno a ellas no comprende.

Claro está, hoy, ayer, mañana, habrá arte bueno y arte malo. Hoy y siempre habrá y ha habido malabaristas de la conciencia propia y de la ajena, confusionarios, falsos profetas. Hoy y siempre habrá y ha habido voces pequeñas que arrullan con murmullo de tórtolas en celo, y habrá y ha habido rugidos de trueno en los mundos del arte. Pero no importa: se caerán las caretas y las voces suaves y pequeñas tendrán su lugar al lado de aquel que tiene resplandores de relámpagos en su obra de arte. No todos serán Miguel Ángel. Otros serán la brisa leve y otros el vendaval que arrasa. Eso no importa. Lo que es necesario para el creador es ser sincero y para el espectador es ser inquisitivo, sensible y humilde.

Ninguna obra elevada y profunda, sea ésta música, literatura o pintura donará su tesoro a primera vista. Deberá mediar la fe en el hombre, en su tiempo y en su obra.

Mal puede un artista evadir su siglo, coraza invulnerable de la que no escapa quien tiene sensibilidad. Otras fueron las condiciones que hicieron posible el Arte de una Capilla Sixtina, o de una Virgen de las Rocas de Leonardo. Todo el proceso de la creación artística, filosofía, historia, la vida toda, ha cambiado su concepto. Fuerza ineludible es que cambie también la obra de arte y lo que ayer fue trascendente, hoy no lo sea más para el artista.

Fueron los juegos olímpicos, fue el culto a la belleza exterior, la filosofía, en fin la vida misma lo que hizo que Praxísteles sintiera trascendente impelente, el deseo de acariciar con el cincel su bloque de mármol de Paros hasta convertirlo en la piel de una Venus.

Fue el ansia de inmortalidad de un estado teocrático. Fue el ansia de hacer sentir la inmortalidad en sus piedras la que llevó por otros caminos al artista egipcio. ¿Cuál fue más grande? Ni el uno ni el otro. Ambos fueron grandes porque el uno y el otro dieron a su piedra la forma de su tiempo, de su raza. La forma del espíritu de su raza y de su tiempo. Pero cuando vino Roma y  sojuzgó al uno y al otro, ambas artes cayeron para no levantarse más, porque el arte no es una forma, una manera, sino un espíritu hecho forma.

El siglo veinte, coherente, sincero, habiendo sentido por su cambio radial la futilidad de otras búsquedas, se lanza hoy por cien derroteros. Todos ellos demuestran que el arte de hoy está más vivo que nunca, inquieto, pujante  y rebelde.

El Arte abstracto es solamente una esas formas, una de las maneras de expresar la pujante vitalidad de este siglo en que nos ha tocado la fortuna de vivir. 

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