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DON RODRIGO PEÑALBA. Caricatura 1934. |
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En broma y en serio
El caso de Rodrigo
Peñalba, desde luego, no es el caso del “Dr. Jikele y Mr. Hyde”; pero a pesar
de todo tienen cierta similitud, porque debemos separar en Rodrigo Peñalba la
personalidad que tiene como boticario y la que ostenta, con cierta humildad,
como artista de nota.
Rodrigo, para
nuestra inquietud, vale más como caricaturista y dibujante que como boticario;
aunque para los efectos de “la ineludible pana del mercado”, tanto en su actual
hogar como en el futuro de su futura consorte –exigente consumidora de telas y
alimentos— es preferible un boticario bien alimentado que cien Ramones Matus
volando.
Ahora tenemos que
Rodrigo quiere dar de patadas al boticario para que el artista pueda tener
libres las alas y emigrar, como los patos de la Legarloff, para los países
llenos de promesas que bañan las aguas del Báltico y del Adriático. Quiere
vivir en Europa, conseguir que, en el Museo de Louvre expongan cuadros suyos y
dar nueva honra y gloria a está ínfima patria.
En ese caso, los
jabones turcos, la ipecuana, y las píldoras de Bristol perderían su más
entusiasta y afortunado expendedor; pero Nicaragua pondría en el tapete de la
suerte la ficha de una nueva celebridad.
A este Rodrigo
Peñalba le suceden las cosas más divertidas. A veces esgrime el lápiz para
pergeñar una caricatura, y comenzado ya el primer trazo, aparece en el umbral
de su botica una maritornes que pregunta por una cuarta de aceite de Castor, y
entonces el lápiz en vez de rematar la figura diseñada, cae implacable y
dolorosamente sobre el papel, escribiendo, después del signo de pesos, 0,25.
Ocurre también
que cuando está terminando una pintura al óleo, oye decir:
─ Dos centavos de aceite fino.
Y en vez de meter
el pincel en el color adecuado, se equivoca y lo destiñe en el frasco del
producto farmacéutico, por aquello del nombre latino del aceite.
¿Qué hacemos con
Rodrigo Peñalba? La pregunta es difícil de contestar. Pero lo más prudente y
noble sería expulsarlo de Nicaragua con una pensión que le permita vivir en los
países donde conquistaría renombre para esta pobre patria.
Ya que el Jefe
Director de la Guardia tiene su equipo de base ball, también es justo que el
Presidente Sacasa se preocupe por pensionar, con el nombre de “Pensión Sacasa”,
a un joven que más tarde haga inolvidable esta protección, como la de Mecenas
que pasó a la posteridad gracias a los artistas a quienes su dinero proporcionó
sus frijoles y arroz diarios.
Hago moción en
ese sentido. Y si no se aprueba, por lo menos que se permita incluir en las
efemérides del país, mi voto razonado.
Señor Presidente: Con el grado de Mayor,
(porque es el Mayor de nuestros caricaturistas) ponga de alta en la G.N. a
Rodrigo Peñalba y transfiéralo a Europa para que allá preste sus servicios en
el área de la inmortalidad.
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* Revista en Archivo Hemerográfico "Dr. Eduardo Pérez-Valle".
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