viernes, 31 de julio de 2015

CADA OVEJA CON SU PAREJA:


 NICARAGUA: PÉREZ DE LA ROCHA*

Por: Angela Saballos


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         Róger Pérez de la Rocha pertenece al gremio de los difíciles y no quiere salirse de ese club. Para entrar al mismo se ha distinguido desde muy joven como un niño terrible de la pintura nicaragüense y un individuo que le gusta asustar al medio.

         Enamorado de la Revolución Popular Sandinista, se cortó los pulsos cuando hombres como Silvio Mayorga cayeran en Pancasán. “Soy un sensitivo, un gran sensitivo, un sensitivo que truena las maracas al cajón de la cachimba”, explica.

         
        Desafiante en la pintura y su actitud ante el mundo, Pérez de la Rocha participa en exposiciones internacionales desde 1970 con su obra fundamentalmente basada en la figura humana del pueblo nicaragüense destacada en colores oscuros y rostros difusos. Pedro Navaja a veces y místico otras, de grandes contrastes como persona, puede ser como él dice, “un ángel o un demonio cínico, agresivo y a la vez interesarme por los coludos de mi casa y las tareas escolares de los muchachos”.


         Actualmente Pérez de la Rocha es directivo de la Unión de Pintores de Nicaragua, que se agrupa a unos sesenta pintores, dentro de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura. Ha participado en varias muestras personales y colectivas en Centroamérica, América Latina, Europa y África.

         Sobre su obra y él mismo Pérez de la Rocha:

         Yo no creo que el oficio éste tenga mayor misterio. Pero hay reglas. Esto significa tener disciplina, dominar el fondo, investigar, experimentar, respetar a los antecesores, tener responsabilidad que se traduce en honestidad, en ser inclemente con uno mismo”.


         “Pintar para mí es un rigio. Yo cuando agarro un hoy hasta que lo dejo lucio. Pero esto no quiero decir que son placenteras todas las horas dedicadas a pintar. Muchas veces involucran una gran dosis de sufrimiento. De algún modo soy un espíritu atormentado. Hay en mí un sentimiento trágico de la vida al que nivelo contraponiéndolo en Róger Pérez de la Rocha que baila, que canta, que es capaz de pintar una mujer bellísima y pintar la vida, el paisaje nicaragüense, el aire. Esto me nivela, porque sí no, ya me hubiera suicidado.


         Suelo hacer bocetos. Pequeñas ideas que van surgiendo. Tal vez una idea que persigo, que persigo, que persigo para pasarla después al gran formato. Entonces suelo hacer bocetos, bocetos, que después me sirven como guía.

         Muchas veces surgen las ideas en los sueños o de todo lo que he percibido durante el día. Soy pintor desde que abro los ojos hasta que me duermo y dormido sigo siéndolo, pero hay veces que no hay nada! Y llego ante la página en blanco y no hay nada… Paso entonces a mi mesa de dibujo, al taller, limpio mis brochas, leo las internacionales, delibero, opino, camino, riego las plantas, hablo con el celador, con la vendetortillas, porque yo respeto la tortilla, todo el sentido de la vida que hay en el esfuerzo de una tortilla.

         No suelo pulir mucho. Soy un pintor pasional. Empiezo una obra y voy con ella hasta el final. Es como hacer el acto sexual. Comenzás hasta que terminás. Si inicio un cuadro hoy y  se me queda relegado, la próxima semana se me haría sumamente difícil, porque de hoy a la próxima semana me han sucedido tantas cosas o tantos estados de ánimo he pasado que ya es otra cosa. Ya se me enfrió. No puedo dejar que una obra se me enfríe, porque la pierdo. Son formas de pintar. Conozco artistas que pintan cinco cuadros a la vez, que mezclan sus colores y los aplican uno a uno a todos en los diferentes tonos. Ese es su metodología. La mía no. La mía es: ¡Brangán! Y hasta el final.

         
       Tengo miedo a veces de mi propia agresividad aunque parezca esto de Pedro Infante: Yo mismo me tengo miedo a veces. Estoy claro que no soy un gran pintor, pero estoy claro de que tengo logros reconocidos. Lo importante es ser siempre un rebelde. Yo le aconsejo a los jóvenes pintores que lo sean. Que sean capaces de amar, de tener fuerza en lo que hacen y pintan.

         
        Tuve la suerte de haberme dado cuenta desde niño que éste era el sentido de mi vida. Aprobé sólo sexto grado de primaria, pero mi generación de pintores se inició en condiciones heroicas. Nos centramos alrededor de la lucha contra la dictadura. Fueron años duros de extrema pobreza, pero en la que asumimos consecuentemente el oficio de pintor, ganando nuestra propia guerra de seres humanos. Entonces le encontré otro sentido a mi obra: el hacer de ella un arma ideológica. Tomar conciencia de que a través de este oficio puedo dar testimonio de mi tiempo, de la vida y de la lucha a la que pertenezco.

         Los jóvenes pintores son mi gran esperanza. Me alegra ver un buen cuadro de ellos. Los estimulo. A mí me enseñó el rumbo el pintor Leonel Vanegas, a quien considero mi hermano mayor. Otra de las personas fue el poeta Ernesto Cardenal, con quien me tocó convivir algún tiempo en Solentiname. Francisco de Goya y Lucientes, Vincent Van Gogh, Simone Signoret, Celia Cruz, Frank Sinatra, Rubén Darío, Carlos Martínez Rivas, el pelotero Duncan Campbell, me ayudan a ser quien soy. Van Gogh demostró a todos los pintores del mundo lo que es tener vocación, lo que es ser pertinaz, lo que es desarrollar todo el corazón y toda el alma por la pintura. Uno de los pintores más brillantes del mundo, fue también el pintor que nunca vendió un cuadro (muchas veces el dinero es el peor enemigo de la creación) para los pintores que piensan en enriquecerse ante de pintar! Van Gogh tuvo que pegarse un balazo en el estómago para matar el hambre.

         
        Soy el pintor, pero también soy el taxero del taxi 747. Mi esposa me dice que soy  el taxero de nuestro vecindario.  Pero es que tan taxero soy  que nací casi en un taxi, al lado de una rokonola con Celia Cruz, Benny Moré, Vicentico Valdés, toda la Sonora Matancera. Crecí en el Callejón de Alí Babá y los Cuarenta ladrones en la vieja Managua. Y yo no era Alí Babá. Mis amigos entonces son de todos los calibres. Con ellos hablo de cosas profundas o de locuras y cosas peores porque tengo amigos  superbúfalos, mafiosos que son boxeadores, vendedores de carros, corredores de moto. Tengo también amigos médicos de quienes aprendí mucho, militares, periodistas, Presidente, Vicepresidente, pintores, poetas a quienes le he ilustrado libros y niños. Porque también tengo amigos niños porque tengo hijos. Para ellos he ilustrado cuentos infantiles que resultó ser una modalidad en mi obra, porque imaginate que tuve que quemarle el culo al Tío Coyote! Pero fue una tarea que encomendó la Revolución para la Editorial Nueva Nicaragua.

         Honestidad, sinceridad, son palabras que rigen mi vida. Y las practico. Creo en Dios, pero no para caerle bien al Arzobispo. Cuando Picasso murió, sentí que todos los pintores del mundo nos quitamos de encima un peso. Era el pintor del siglo veinte.


         Considero que Hemingway tiene razón cuando dice que el teléfono y las visitas son los peores enemigos del trabajo del creador. A lo mejor está trabajando en una idea y buscando cómo armarla y de repente la visita que no sabés a qué viene y te podés hasta alegrar –viene a tomarse un trago con vos—pero cuando regresás a trabajar, se te enfrió la idea, o se te fue, o te cambió el estado de ánimo. Ya está metido en el problema o situación del amigo que no encuentra los materiales para su casa, o que tiene un nuevo amor. Y  te quedás pensando en otra cosa y ya no podes seguir trabajando. En este sentido se interrumpe la creación. Uno debe aprender a ser un poco duro para decir que no, que no está, o que está ocupado, o dormido, para que respeten tu  trabajo, por el respeto mismo al trabajo.

         En esto tengo en mi esposa a una compañera que es mi mejor aliada. En mi casa se hace como en la casa del panadero. Todo mundo ayuda a hacer la mezcla, a lavar las brochas. Es determinante si vas a compartir la vida, que sea tu mujer, que sean tus hijos, tus mejores aliados. Yo tengo eso. Y  viceversa: ser uno el mejor aliado de su mujer. Esto para complacer a AMNLAE.

         
         Me tocó estudiar en San Fernando de Madrid, en San Carlos de México y aquí en Bellas Artes. Hay un momento que todo lo aprendido es difícil sacudírtelo. Se te convierte en un muro difícil de romper. De ganas de empezar a pintar como niño. O pintar sin pensar que es un principio Zen que he aplicado. Se siente la necesidad de romper con lo aprendido. Yo estoy en eso. Casi a mis cuarenta estoy dando mis primeros pasos en firme. ¡¡Lo anterior fue siempre un experimento!!

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*Publicado en Nuevo Amanecer Cultural. Año VII. No. 354. Sábado, 4 de abril de 1987. 

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